La juventud no puede ser un tiempo en suspenso: es la edad de las decisiones y precisamente en esto consiste su atractivo y su mayor cometido.

Dice la Iglesia Católica que en contra de los sueños que movilizan decisiones siempre existe la amenaza del lamento y la resignación. Cuando todo parece paralizado y estancado, cuando los problemas personales inquietan y los malestares sociales no encuentran las debidas respuestas no es bueno darse por vencido.

La Iglesia dice que toda la juventud, sin exclusión, está en el corazón de Dios y, por lo tanto, en el corazón de ella misma; la Iglesia necesita el entusiasmo, las intuiciones y la fe de la juventud.

Es importante tomar conciencia de que Jesús fue un joven. Dio su vida en una etapa que hoy se define como la de un adulto joven.

La Iglesia debe esforzarse para ofrecer a la juventud una alternativa frente a las propuestas que buscan generar jóvenes vacíos, desarraigados y desconfiados de todo. En ese sentido se esfuerza por recordar que los manipuladores utilizan el recurso de la adoración de la juventud, como si todo lo que no fuese joven se convirtiera en detestable y caduco.

El cuerpo joven se vuelve el símbolo de este nuevo culto y entonces todo lo que tenga que ver con ese cuerpo se idolatra y se desea sin límites y lo que no sea joven se mira con desprecio.

La iglesia debe ayudar a los jóvenes a descubrir la riqueza viva del pasado. Insiste en que es un verdadero acto de amor hacia la propia juventud, en vista de su crecimiento y de las decisiones que deberán tomar.

La existencia de las relaciones intergeneracionales implica que en las comunidades se posea una memoria colectiva, pues cada generación retoma las enseñanzas de sus antecesores, dejando así un legado a sus sucesores.

A la hora de proyectar el trabajo en la Pastoral Juvenil la Iglesia Católica recuerda que este solo puede desarrollarse de manera sinodal. Solo así podrá la Iglesia encaminarse hacia un modelo participativo y corresponsable. No hay que excluir a nadie, ni dejar que se autoexcluya.

Las dos grandes líneas de acción que deben guiar la Pastoral Juvenil son la búsqueda y el crecimiento. La búsqueda es el llamado que atraiga a nuevos jóvenes a la experiencia de Jesús. El crecimiento es el desarrollo de un camino de maduración de quienes ya han hecho esa experiencia.

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