Podcast.

El abuso no se oculta

T5E173.

 El papa Francisco regresó de su viaje apostólico por Asia y Oceanía y, menos de dos semanas después, volvía a subir a un avión para desplazarse hasta Bélgica y Luxemburgo. Aunque el pontífice ha pasado tiempo en ambientes muy distintos entre sí, ha habido un eje transversal que se ha hecho presente a menudo, el tema de los abusos sexuales en la Iglesia. Tanto es así, que Francisco hizo una petición muy concreta durante la homilía de la última misa: “En la Iglesia hay lugar para todos, todos, todos, pero todos seremos juzgados y no hay lugar para el abuso, no hay lugar para el encubrimiento del abuso. Se lo pido a todos: no encubran los abusos. Se lo pido a los obispos: no encubran los abusos”. El pontífice también dijo durante su viaje que hay que pedir perdón y resolver esta situación del todo para que no se repita nunca más.

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Portada del episodio t5e173 del pódcast de la revista VN.

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Sobre este episodio

 El episodio 173 del pódcast de la revista Vida Nueva dura , se titula El abuso no se oculta y trata sobre los abusos cometidos en ambientes eclesiales a propósito del último viaje del papa Francisco a Luxemburgo y Bélgica, donde los escándalos por abuso han dejado profundas heridas en la sociedad y en la propia Iglesia.

¿Dificultades para escucharlo?

 No te quedes sin acceder a su contenido. Aquí tienes la transcripción del episodio 173.

 Los episodios del podcast son largos, así que también lo son sus transcripciones. Este texto te llevará varios minutos de lectura; tal vez quieras dejarte cerca un vaso de agua por si lo necesitas antes de llegar al final.

 El papa Francisco regresó hace poco de su viaje apostólico por Asia y Oceanía y, menos de dos semanas después, se volvía a subir a un avión para ir hasta Bélgica y Luxemburgo. Tres días duró la visita. El jueves pasado, a las diez de la mañana, llegaba al aeropuerto internacional de Luxemburgo. Esa misma tarde, abandonaba el país de camino a Bélgica. Y el domingo, después de la misa, de regreso al Vaticano. En la misa de despedida, dijo lo siguiente:

Con la mente y con el corazón, vuelvo a las historias de algunos de estos pequeños con los que me encontré el otro día. Los he escuchado, he escuchado su sufrimiento por haber sido abusados y lo repito aquí: en la Iglesia hay lugar para todos, todos, todos, pero todos seremos juzgados y no hay lugar para el abuso, no hay lugar para el encubrimiento del abuso. Se lo pido a todos: no encubran los abusos. Se lo pido a los obispos: no encubran los abusos. Condenen a los abusadores y ayúdenles a curarse de esta enfermedad del abuso.

 Aunque corta en duración, ha sido una visita apostólica con una marcada intensidad emocional debido al tema de los abusos, que han salpicado varios momentos clave. Tomemos como ejemplo el paso de Francisco por la Universidad Católica de la ciudad de Leuven. El rector de la misma, Luc Sels, decía lo siguiente, tras dar la bienvenida al pontífice:

Nuestra universidad ha tenido crisis en los últimos años (...) Conscientemente dejamos lugar a la contradicción y estamos abiertos a las voces, incluidas las internas, que no están de acuerdo con las posiciones que adoptamos. Durante tu pontificado también abriste ese espacio de diálogo y de contradicción en la Iglesia. Aquí la iglesia enfrenta una tarea inmensa. El impacto del abuso sexual y la forma en que se discutió y evaluó en el pasado debilita la autoridad moral con la que la iglesia puede hablar en nuestro mundo occidental. Para restablecer en cierta medida la confianza dañada es necesario un diálogo honesto, comprometido y cálido con las víctimas, en el que se reconozcan abiertamente los errores.

 Al día siguiente, Francisco tuvo otro encuentro con el mundo universitario, en este caso con estudiantes de la Universidad Católica de Lovaina de la zona francófona. Eso fue a media tarde del 28 de septiembre. Ese mismo día, la Universidad emitió un comunicado indicando que oficialmente no estaba de acuerdo con las palabras del pontífice en relación con su visión sobre las mujeres. En concreto, el texto decía lo siguiente:

 [La Universidad Católica de Lovaina manifiesta su incomprensión y su desaprobación en lo que se refiere a la posición mantenida por el papa Francisco en relación al lugar de las mujeres en la Iglesia y la sociedad (...) Se trata de una posición determinista y reduccionista con la que la Universidad Católica de Lovaina solo puede expresar su desacuerdo. La Universidad Católica de Lovaina se reafirma como universidad inclusiva y está comprometida contra la lucha de las violencias sexistas y sexuales. Reafirma su voluntad para que cada cual florezca en su seno y en la sociedad, cualquiera que sea su origen, su sexo o su orientación sexual. La Universidad llama a la Iglesia para que emprenda el mismo camino, sin ninguna forma de discriminación.]

 Durante el viaje de regreso al Vaticano, Francisco se quejó de que este comunicado tuviera todo el aspecto de estar redactado de antemano, un hecho al que atribuyó el carácter de inmoral. Y no fue la primera vez durante el viaje que escuchaba algo similar. El día anterior, en la Universidad Católica de la región neerlandesa, el rector Luc Sels decía así:

La autoridad de la Iglesia también depende del grado en que esta abrace la diversidad en la sociedad. Tomo como ejemplo el lugar de las mujeres. ¿Por qué toleramos esa gran diferencia entre hombres y mujeres en una iglesia que de facto tan a menudo cuenta con el apoyo de mujeres? Pienso en la tremenda participación de tantas mujeres en nuestra Parroquia Universitaria. Nuestra Facultad de Teología y Estudios Religiosos ha formado a muchos laicos, especialmente mujeres, desde el Vaticano II. Es un ejemplo para la Iglesia mundial que estas mujeres hoy sirvan en consejos episcopales y en otros puestos de liderazgo. Monseñor Terlinden reemplazó recientemente al obispo auxiliar del Brabante Valón por una mujer comprometida. ¿No sería más cálida la Iglesia si las mujeres tuvieran un lugar destacado, incluso en el sacerdocio?

 Es un justo reclamo que hemos comentado anteriormente. En esta ocasión, nos fijamos en otro detalle. Tanto el comunicado de la universidad francófona como el discurso del rector Sels tenían ese matiz ejemplificador mediante el que ofrecían su propia experiencia como modelo en el que fijarse y donde la Iglesia puede ir a buscar inspiración para su propio desarrollo universal.

 Llama la atención que ambas universidades se coloquen a sí mismas como ejemplo de conducta y acción sin detallar primero los puntos fuertes y débiles de la Iglesia en ese tema en particular o, en general, cualquier dicotomía que permita discriminar lo positivo y lo no tan positivo.

 Es cierto que las palabras de Francisco durante sus discursos en Bélgica refiriéndose a las mujeres pueden ser objetivados y tratados en su conjunto como ideas que no favorecen o propician el cambio a corto plazo que se necesita. Falta, no obstante, lo subjetivable. A mayor o menor velocidad, durante el pontificado de Francisco se han producido una serie de reformas estructurales que hace quince años eran pura fantasía. No solo ha habido nombramientos clave que han ido apuntalando los cambios propuestos y previstos, sino que también ha habido y sigue habiendo todo un proceso de explicitar ciertos temas de los que antes no se hablaba. Francisco, el sucesor de Pedro, ante miles de personas, pedía a los obispos, sacerdotes y a todo el Pueblo de Dios que nadie encubriera un abuso. Francisco no solo habla con palabras, más o menos acertadas en según qué situaciones; al fin y al cabo tiene ochenta y siete años y nació y creció en una época muy distinta a esta; ya veremos cómo estamos cada uno de nosotros dentro de cuarenta años, con robots autónomos alrededor nuestro y todavía haciéndonos un lío para manejar el mando de la tele. El pontífice también se expresa por medio de sus gestos y de las personas a las que proporciona alguna responsabilidad, quienes también hacen lo que pueden habida cuenta de la resistencia que se ofrece al trabajo en algunas áreas. Así que diremos que el ejemplo también funciona en sentido inverso. A más de una universidad le vendría bien tomar ejemplo de cuando Francisco visita una cárcel de mujeres, cuando toca las heridas de los más vulnerables o cuando visibiliza a los colectivos que jamás podrían tener acceso a esos mismos lugares de estudio y conocimiento.

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 Es un hecho que ha habido ministros ordenados, laicos y religiosos que se han valido de una posición asimétrica para abusar de diversas maneras de las personas a quienes debían cuidar y proteger. Y no es menos cierto que el amor más profundo ha inflamado el corazón del Pueblo de Dios y ha suscitado innumerables gestos, actitudes y movimientos que buscaban reparar parte o la totalidad del daño causado por otros bautizados. Tal es el caso de Mia de Schamphelaere , que habló delante de Francisco durante el encuentro de este con obispos, sacerdotes y otros servidores eclesiales en la Basílica del Sagrado Corazón de Koekelberg.

Gracias por venir a nuestro país y a nuestra comunidad de fe para escuchar nuestras preocupaciones y preguntas. Mi nombre es Mia de Schamphelaere y he estado involucrada socialmente durante muchos años, incluyendo mi tiempo como miembro del parlamento flamenco. Cuando estalló la primera gran crisis de abuso en nuestro país en 2010, después de la confesión de un obispo sobre abuso, la sociedad se sintió completamente desorientada. Siguió una avalancha de denuncias de víctimas que, a veces por primera vez en sus vidas, testificaban sobre el abuso sufrido en su juventud por un sacerdote o un religioso. Al igual que muchos ciudadanos, sentimos horror, tristeza e impotencia. Pero como creyentes, estábamos además conmocionados y, sobre todo, profundamente avergonzados. Sin embargo, tuvimos la oportunidad de transformar nuestra ira y nuestro dolor en ayuda concreta. Junto con otros voluntarios competentes y experimentados, nos encargamos de atender a las víctimas. Les ofrecemos un lugar seguro para hablar sobre el sufrimiento causado. Los escuchamos con oídos y corazones abiertos y los guiamos hacia el reconocimiento y la recuperación. Inicialmente, pensé que con este compromiso tenía que salvar a la Iglesia de Cristo. Pero encontré a Cristo en los más pequeños, en los heridos en cuerpo y alma. ¿Cómo puede la Iglesia ver las heridas de los sobrevivientes, reconocerlas y aprender de ellas? ¿Cómo construimos una nueva cultura en la Iglesia donde todos, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, cada persona se sienta segura, protegida y acogida, donde la apertura y el respeto mutuo sean evidentes? ¿Cómo se puede equilibrar la autoridad eclesiástica con la transparencia política?

 Mia de Schamphelaere lanzaba estas últimas preguntas a pocos pasos de donde estaba el papa Francisco. De hecho, este le dedicó unas palabras más tarde.

Por eso diría a Mia: gracias por el gran trabajo que hacen para transformar la rabia y el dolor en ayuda, cercanía y compasión. Los abusos generan atroces sufrimientos y heridas, mermando incluso el camino de la fe. Y se necesita mucha misericordia para no permanecer con el corazón de piedra frente al sufrimiento de las víctimas, para hacerles sentir nuestra cercanía y ofrecerles toda la ayuda posible, para aprender de ellas —como lo has dicho tú— a ser una Iglesia que se hace sierva de todos sin someter a nadie. Sí, porque una raíz de la violencia está en el abuso de poder, cuando utilizamos nuestros roles para aplastar o manipular a los demás.

 Decía el rector de la Universidad Católica de Leuven que la Iglesia debe aprender a discutir y a evaluar el cómo gestiona la cuestión de los abusos, entre ellos los sexuales. Es una afirmación correcta; todavía queda por ahí gente con la que no es posible conversar sobre ello. Es correcta, pero incompleta. Falta esa otra mirada que nos ayude a ver que gente como Mia de Schamphelaere también son Iglesia y están, de hecho, no solo discutiendo y evaluando, sino incidiendo directamente sobre el núcleo mismo de la herida.

 En muchas ocasiones, esta vida rápida que se nos obliga a vivir, con titulares de consumo inmediato, de caducidad instantánea de las relaciones o de afectos que cambian de un minuto al siguiente, provoca que llevemos situaciones complejas a reducciones tan simples que no son siquiera funcionales.

 Lo mismo que hay quien todavía se niega a visibilizar los abusos o a hablar sobre ellos, también existe la gente que habla sobre reparar el daño sin que ello pueda ser traducido en algo concreto y tangible.

 En 2019, investigadores del Boston College y de la Universidad Marquette publicaron un artículo acerca de la ira, el perdón y la justicia restaurativa en el contexto de los abusos sexuales por parte de ministros ordenados1. Los autores señalaban la preocupación de algunos cristianos sobre si la ira es incompatible con el amor y sobre si el perdón implica renunciar a la justicia.

 Se trata de un texto que puede servir como pie a una formación más profunda, dado que proporciona un fundamento que permite ir más allá de esa falsa contradicción que se presenta en contextos anticlericales y que dice precisamente eso, que menos perdonar y más ajusticiar.

 Los autores sostienen que existe una base cristiana sólida para poder reconocer la legitimidad moral de la ira, diferenciándola entre apropiada e inapropiada. Además, incide en que el perdón no siempre implica una renuncia a la justicia, sino que puede coexistir con ella, dado que puede ser entendido como la reanudación de la buena voluntad hacia el ofensor, un acto de caridad que no necesariamente eliminará el resentimiento justificado.

 En uno de los apartados, los investigadores se pregunta acerca qué es lo que podría querer una víctima superviviente de parte de su ofensor o agresor, ¿qué es lo que querría que este entendiera? Y el texto responde de este modo:

La mayoría de las víctimas describirán sus vidas en dos partes: la vida antes y después del abuso. Durante una reunión conjunta, la víctima puede querer comunicar algo de lo que le ha sucedido, lo que suele incluir falta de confianza, miedo a la intimidad, depresión que puede incluir la ideación suicida, pérdida de confianza, daño severo a su fe religiosa, y así sucesivamente. Las víctimas a menudo se sienten completamente impotentes, carentes de autoestima y marcadas permanentemente por una traición íntima de tal magnitud. Las víctimas a menudo dicen que no existe una cosa como “cerrar la herida” después de un asalto sexual y que no hay recuperación completa después de la violación. Decirle a una víctima que solo necesita perdonar y olvidar es insultante y, además, pedir lo imposible.

 Por tanto, no debería llamar la atención de nadie el hecho de que cuando el papa Francisco visite un país, si ha habido víctimas de abuso en él, estas quieran ser escuchadas y que se tenga en cuenta su situación vital. Cuando a alguien le molesta que este tema salga mucho a la luz, o se sienta cansado de escucharlo, o piense que se le está atacando gratuitamente, tal vez habrá llegado el momento de sentarse a reflexionar acerca de todo lo que venimos hablando hasta ahora.

 Bien sabemos que hay varios modos de hablar y que cada cuál elige aquel con el que sienta más comodidad o el que sea necesario en función del contexto. Pero decía yo antes lo de esa persona del mundo académico que no sabe bajar de su pedestal de vasto conocimiento y se niega la posibilidad de aprender de los gestos más sencillos de amor espontáneo, como compartir una comida con lo poco que se tiene.

 Con todo, hay una capa extra de análisis que podemos añadir a todo esto. Antonio Pelayo lo sugiere en su artículo en Vida Nueva al hablar sobre los discursos preparados para este viaje apostólico a Luxemburgo y Bélgica, dice:

parecen haber sido escritos por alguien que, o no conocía bien la tragedia que ha supuesto para todos los ciudadanos, especialmente para los católicos, el huracán de los abusos, o minusvaloró los desastres que ha causado y sigue causando. ¿La nunciatura informó de todo ello a la Santa Sede? ¿Los obispos belgas no tuvieron nada que ver o miraron para otro lado? No quiero pensar que estamos ante un caso similar a lo que sucedió en Chile, pero, desde luego, no se puede poner al papa ante situaciones equívocas por falta de información. Menos mal que el Espíritu Santo también ha soplado en esta ocasión.

 En algunas conferencias episcopales, podría pensarse que algún obispo puede querer jugar a hacerse el olvidadizo para poner a Francisco en un brete. Al fin y al cabo, eso le daría para algún chiste en los pasillos a costa del sucesor de Pedro. Pero, ¿eso también sucede en las nunciaturas? Quién sabe, puede que forme parte de esas cosas ligadas al hecho mismo de ser humanos.

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citas:

1Pope, S. J., & Geske, J. P.(2019), Anger, forgiveness, and restorative justice in light of clerical sexual abuse and its cover-up. Theological studies, 80(3), 611-631.

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Más episodios

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