Podcast.

Desplazados climáticos y el mundo que los ignora

T4E165.

 Este episodio del pódcast de Vida Nueva aborda un tema de creciente relevancia y, sin embargo, a menudo olvidado: la migración causada por el cambio climático. Exploramos cómo este tipo de desplazamiento humano, impulsado por los efectos devastadores del calentamiento global, puede quedar oculto entre otras formas de migración más visibles. Con la participación de Rafael Cob, obispo de Puyo y presidente de la REPAM, y Gabriel Rodríguez, misionero en Zambia, se discuten las múltiples capas de esta crisis, analizando si los gobiernos y la sociedad global están haciendo lo suficiente para mitigar estos desplazamientos. Además, se reflexiona sobre nuestra responsabilidad colectiva en la preservación del equilibrio planetario y el cuidado de la Casa Común.

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Portada del episodio t4e165 del pódcast de la revista VN.

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Sobre este episodio

 El episodio 165 del pódcast de la revista Vida Nueva dura , se titula Desplazados climáticos y el mundo que los ignora y trata sobre la migración causada por el cambio climático, cuya existencia puede pasar inadvertida entre otros flujos migratorios humanos.

¿Dificultades para escucharlo?

 No te quedes sin acceder a su contenido. Aquí tienes la transcripción del episodio 165.

 Los episodios del podcast son largos, así que también lo son sus transcripciones. Este texto te llevará varios minutos de lectura; tal vez quieras dejarte cerca un vaso de agua por si lo necesitas antes de llegar al final.

 Cada año, alrededor del mes de enero, se produce un fenómeno impresionante que comienza en Tanzania y termina en Kenia. Se conoce como «La Gran Migración» y reúne a más de un millón de ñúes, cientos de miles de cebras, gacelas y otros herbívoros. Una masa de animales (tan grande que incluso es visible desde el espacio) se desplaza desde las praderas del Serengueti hasta las de Masái Mara, cubriendo una distancia de más de tres mil kilómetros. Un acontecimiento imponente que eclipsa a otros desplazamientos animales menos masivos o conocidos.

 En los fenómenos migratorios humanos puede suceder algo similar, salvando las distancias. Al pensar en los grupos de personas que se mueven de un lugar a otro y atraviesan muchas fronteras para llegar a cientos de kilómetros de su hogar, las ideas enseguida se dirigen hacia los refugiados que huyen de conflictos armados o hacia quienes se aventuran a viajes imposibles para escapar de la miseria y el hambre. ¿Qué sucede, pues, con los desplazados climáticos? Se trata de personas que abandonan la propia tierra por causas directamente relacionadas con la emergencia climática de las últimas décadas. ¿Acaso se diluyen sus números entre los de otros grupos de migrantes? Y, si es así, ¿añade eso una capa de invisibilización extra al ignorar la causa última que provocó su huida?

 De eso vamos a hablar en este episodio. Examinaremos la migración relacionada con el cambio climático desde varias perspectivas. Nos adentraremos en este fenómeno de movilidad humana que puede pasar desapercibido entre otros de mayor penetración social. Contaremos, además, con la participación de dos voces que conocen de cerca esta realidad. De un lado, Rafael Cob, obispo de Puyo y presidente de la REPAM, la Red Eclesial Panamazónica. Por otra parte, Gabriel Rodríguez, sacerdote diocesano de Burgos, que es misionero en Zambia a través del Instituto Español de Misiones Extranjeras.

 Los migrantes climáticos pueden pasar desapercibidos entre otros grupos humanos de desplazados. Las calamidades que trae consigo la devastación provocada por la guerra son lo suficientemente desoladoras como para opacar cualquier otra circunstancia de sufrimiento. Ello provoca que los medios de comunicación suelan pasar por alto a las personas que dejan su hogar por causas menos catrastróficas y que, sin embargo, tienen igualmente consecuencias similares.

 Una de las claves para entender a los desplazados climáticos la encontramos, precisamente, en las causas de fondo. ¿Qué provoca que alguien abandone su tierra? El obispo Rafael Cob le dice así a este pódcast:

Creo que es importante que nosotros también nos cuestionemos las motivaciones por las cuales se dan estas emigraciones. Si verdaderamente en sus mismos países de origen hubiera una situación favorable al desarrollo de la persona en sus derechos, no habría estas emigraciones. Por lo tanto, creo que es importante buscar las raíces y las causas de las emigraciones.

 ¿Por qué es importante buscar las raíces y causas últimas, tal como decía el obispo Rafael Cob? Fácil. Pongamos un ejemplo. Una comunidad rural vive de la pesca. Una ciudad cercana contamina los ríos con productos tóxicos y también elevando la temperatura del agua. Los peces mueren. La comunidad rural emigra a la ciudad en busca de trabajo. El entorno urbano rechaza esa llegada y orilla a los migrantes. El descontento hace surgir tensiones y estas llevan al enfrentamiento y el conflicto. Esto, a su vez, lleva a que personas de uno y otro entorno abandonen la región en busca de un lugar más pacífico. Ese tercer foco de recepción, ¿cómo evaluará a estos migrantes? ¿Como desplazados por el conflicto o tratará de averiguar si hay una causa última que lo desencadenó originalmente?

 Para poder entender todo este episodio, quizás necesitemos un poco de contexto acerca de lo que conocemos como cambio climático. Hablamos de él de manera abstracta y a veces es complicado aterrizar eso en conceptos del día a día. Básicamente, estamos hablando del ritmo acelerado de transformación que están sufriendo algunos patrones naturales del clima como consecuencia del impacto de la actividad humana en el planeta (aumento drástico de las temperaturas, incremento en el nivel del mar, etcétera). Aunque parezca que solo hablemos de cambio climático desde hace poco, el tema lleva preocupando a la comunidad científica desde hace más de sesenta y cinco años1.

 Todos esos cambios tan acelerados no dan apenas tiempo a que se produzca un efecto de amortiguación, ni en el ámbito natural ni en el humano. El planeta sufre una degradación irreversible y eso, a su vez, afecta a las personas que utilizan los recursos naturales. Se puede resumir en algo que decía en difunto Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate.

El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del mundo, tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños que de ello se derivan.

 Es en este instante cuando llegamos a un nuevo punto clave para entender el tema que nos ocupa. Para revertir esta situación o, como poco, paliar sus efectos, se necesita un cambio en los estilos de vida hedonistas y consumistas. Eso lo dijo Benedicto XVI en 2009. ¿Cuánto hemos avanzado como especie global en ese sentido? Si lo comparamos con la actualidad, todo ello se ha acentuado de forma generalizada. Las redes sociales se han convertido en el soporte adecuado para esparcir desinformación acerca de la emergencia climática y han surgido comunidades negacionistas de alcance mundial. Y, si se niega que, en efecto, exista un acelerado deterioro de nuestro planeta debido al modo de producir y consumir, ¿cómo se podrá aceptar que haya personas obligadas a migrar como consecuencia del desgaste natural?

 Como habría dicho Galileo Galilei: «E pur si muove» (Y, sin embargo, se mueve). Así nos lo cuenta desde Zambia el misionero Gabriel Rodríguez:

Zambia tiene varios microclimas de gran contraste entre la zona sur, donde está presente la tribu Tonga, y el norte/noroeste, donde me encuentro. La tribu Tonga son mayoritariamente agricultores y ganaderos. El cambio climático hace que las lluvias en el sur del país sean cada vez más escasas. Y ha provocado, desde hace unos diez años, un contínuo migratorio del sur hacia el norte. Muchos esperan hasta que les es imposible permanecer en la tierra de sus mayores y emigran al norte y noreste del país buscando, sobre todo, agua, pastos, lluvias y mejor tierra.

 Esta situación no es exclusiva de Zambia. Por ejemplo, en Ghana existe un conflicto entre agricultores y pastores en Agogo2. Los pastores Fulani llegaron a Ghana en la década de 1990 desde países vecinos como Malí, Burkina Faso o Niger. Aunque su tradición había sido trashumante, cuando llegaron a Ghana se establecieron permanentemente. Con el paso del tiempo y la degradación del entorno natural, estos pastores comenzaron a emigrar hacia las inmediaciones de Agogo, en la región Asante. Allí, los agricultores comenzaron a protestar debido a que el ganado en aumento estaba dañando los cultivos y contaminaba las fuentes de agua. Ese incremento en la presión sobre los recursos naturales y la tensión social ha derivado finalmente en un conflicto que no se resuelve.

 Además, el enfrentamiento adquiere una dimensión mayor si tenemos en cuenta que los pastores Fulani forman parte de un grupo general más grande que engloba a pastores trashumantes que tradicionalmente recorrían el oeste africano a través de varios países. No reclamaban la tierra en propiedad. Pasaban por ella con su ganado y continuaban siempre en camino. Con el paso del tiempo y la aparición de legislación fueron adaptando sus costumbres a una vida más sedentaria, muchas veces por obligación. Por tanto, cuando el ecosistema se altera y la tierra de residencia no proporciona los recursos para subsistir, es fácil que se recupere la movilidad enraizada en su propia cultura.

 Es el caso, por ejemplo, de los Mbororo3. Estos pastores también forman parte del gran grupo de los Fulani que solían recorrer la cuenca del lago Chad. Su estilo de vida se basa en el pastoreo de ganado y la migración estacional en busca de pastos y agua. Dado que el clima ha cambiado, han tenido que alterar las rutas y, en algunos casos, establecerse de manera sedentaria. ¿Qué consecuencias ha tenido eso sobre los Mbororo? A su llegada a nuevas, han sido objeto de violencia, como por ejemplo por parte de Boko Haram en la República Centroafricana. Además, al disminuir los recursos hídricos, la competencia por ellos ha aumentado. Como dato añadido, decir que en la década de 1960, el lago Chad ocupaba una extensión de 25000 km2. A día de hoy, ronda los 1300 km2 debido a la sobreexplotación.

 El cambio climático es un proceso planetario que comienza en el modo en que cada comunidad humana gestiona los recursos que tiene a su alcance. El segundo escalón estaría formado por aquellos grupos que utilizan recursos en los países vecinos. Y un tercer paso lo conformarían las entidades que extraen los recursos en lugares lejanos, haciendo que el beneficio se genere a muchos kilómetros del punto de origen. A este respecto, nos llega este testimonio desde Zambia:

Desde Caritas diocesana y nacional de Zambia se han lanzado campañas de concienciación sobre la gravedad del momento. En Zambia se abusa de la tala de árboles, a nivel doméstico, para la producción de carbón vegetal, que es la principal forma de energía para cocinar, para obtener tablas para la construcción y para los grandes huertos de agricultores que abusan de la tala de árboles para la plantación de tomates y para crear pastos, principalmente los Tongas, cuyos métodos de cultivo son muy criticados. Y por desgracia, a nivel comercial, con la tala indiscriminada de bosques completos por las maderas preciosas a cargo de compañías extranjeras, principalmente por parte de China, que recibe luz verde por parte del gobierno para explotar los recursos naturales del país a cambio de infraestructuras.

 Cualquiera que haya pasado un tiempo en aquella parte del mundo, no tendrá dificultades para visualizar la imagen de las omnipresentes compañías chinas realizando enormes proyectos de infraestructuras, como carreteras, puentes, etcétera.

 Lo cual nos lleva a un punto de inflexión en nuestro razonamiento. Sin poner en duda el buen hacer de algunas compañías internacionales, no podemos eludir el hecho de que hay serias dudas acerca de la mano de obra utilizada en este tipo de trabajos. En un país como China, donde hay minorías obligadas a realizar trabajos forzosos en condiciones peligrosas, como por ejemplo la etnia uigur, a quienes incluso se les interna en campos de concentración, ¿quién podría o querría ser enviado a trabajar en países conflictivos para llevar a cabo tareas que pueden acarrear incluso la muerte debido a las condiciones en que se realizan?

 No es una pregunta baladí. Actualmente se estima que hay unos cuarenta millones de esclavos en todo el planeta4. Si los considerásemos en su conjunto, como si se tratase de un país unificado, ocuparían la tercera posición en emisión de CO2, después de China y Estados Unidos. La esclavitud moderna, por tanto, tiene un impacto directo sobre la salud de nuestro planeta, además de las terribles consecuencias sobre las vidas de los seres humanos esclavizados.

 ¿Donde trabajan estos esclavos modernos? Sobre todo en minería ilegal, producción de ladrillos y deforestación. Cuarenta millones de personas contribuyendo por obligación a la contaminación del aire, la tierra y el agua. Al final de la cadena, los consumidores que compran productos sin preguntar dónde y cómo se fabricaron. En medio, empresas e individuos enriqueciéndose a partir del sufrimiento humano. Dice el obispo Rafael Cob:

Nos preguntamos si los gobiernos hacen lo posible para que esta migración no se dé (...) hablamos de un Primer Mundo, de un Tercer Mundo, pero, en definitiva, todos pertenecemos al mismo mundo … todos somos corresponsables de esta problemática de la migración que se da también a nivel de cambio climático, de la que produce el calentamiento global, que produce, en definitiva, la falta de cuidado de la Casa Común, de las amenazas (...) todo está relacionado (...) Debemos tenerlo muy presente, ¿qué hacemos nosotros para que haya un equilibrio planetario?

 Nos vamos a quedar con esa pregunta que plantea Rafael Cob. Una más que interesante cuestión. ¿Qué hacemos nosotros para que haya un equilibrio planetario? En el próximo episodio lo retomaremos a partir de este punto, le daremos respuesta a ello y seguiremos profundizando en los desplazados climáticos y su visibilidad.

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citas:

1Abbass, K., Qasim, M. Z., Song, H., Murshed, M., Mahmood, H., & Younis, I. (2022), A review of the global climate change impacts, adaptation, and sustainable mitigation measures. Environmental Science and Pollution Research, 29(28), 42539-42559.

2Issifu, A. K., Darko, F. D., & Paalo, S. A. (2022), Climate change, migration and farmer–herder conflict in Ghana. Conflict Resolution Quarterly, 39(4), 421-439.

3Nagabhatla, N., Cassidy-Neumiller, M., Francine, N. N., & Maatta, N. (2021), Water, conflicts and migration and the role of regional diplomacy: Lake Chad, Congo Basin, and the Mbororo pastoralist. Environmental Science & Policy, 122, 35-48.

4Bales, K., & Sovacool, B. K. (2021), From forests to factories: How modern slavery deepens the crisis of climate change. Energy Research & Social Science, 77, 102096.

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Más episodios

 Si quieres escuchar otros episodios de la temporada 4 de este pódcast, puedes pinchar en este enlace. No encontrarás carnaza, burla fácil ni elementos que fuercen la división y el enfrentamiento. En su lugar, tienes a tu disposición un espacio sosegado de razonamiento accesible a personas de diferentes niveles culturales y sociales. De otro modo, ¿cómo sería posible el diálogo?