Podcast.

Latinos como motor eclesial y menores migrantes

T4E164.

 En este episodio exploramos la creciente influencia de la población hispana en la Iglesia Católica de Estados Unidos. Aunque el número total de parroquias ha disminuido en las últimas décadas, el aumento de la población migrante, especialmente la hispana, ha revitalizado muchas comunidades católicas a lo largo del país. Un ejemplo de ello es el aumento de misas en español y la creciente presencia de obispos de origen latino. Conversamos sobre cómo los hispanos han pasado de ser una minoría significativa a convertirse en un rostro visible y dinámico de la Iglesia, enfrentando y desafiando resistencias dentro del catolicismo estadounidense. Abordamos temas como la acogida de los menores no acompañados y la necesidad de construir puentes entre las distintas culturas que conforman la Iglesia en Estados Unidos.

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Portada del episodio t4e164 del pódcast de la revista VN.

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Sobre este episodio

 El episodio 164 del pódcast de la revista Vida Nueva dura , se titula Latinos como motor eclesial y menores migrantes y trata sobre la influencia de la migración latina e hispana sobre el conjunto de la Iglesia Católica en los Estados Unidos y sobre la situación de vulnerabilidad de los menores migrantes que viajan no acompañados.

¿Dificultades para escucharlo?

 No te quedes sin acceder a su contenido. Aquí tienes la transcripción del episodio 164.

 Los episodios del podcast son largos, así que también lo son sus transcripciones. Este texto te llevará varios minutos de lectura; tal vez quieras dejarte cerca un vaso de agua por si lo necesitas antes de llegar al final.

 En Estados Unidos hay unas diecisiete mil quinientas parroquias católicas. Durante los últimos cincuenta años, ese total se ha ido reduciendo en torno a un nueve por ciento1 al mismo tiempo que la población católica iba en aumento en todo el país.

 El mapa religioso de Estados Unidos es complejo y plural. Al examinar los grupos mayoritarios en los diferentes condados del país nos encontramos con que la Iglesia Católica tiene la mayor representación en más de mil doscientos condados, seguida de la convención de Iglesias baptistas, que tiene mayor presencia en unos mil condados de todo el país. No hablamos de número de miembros, sino de representación por condados. Después vendrían las iglesias cristianas sin denominación concreta, los metodistas, los luteranos y muchos otros grupos religiosos.

 En ese contexto en el que hay tantos grupos cristianos distintos con muchas identidades arraigadas la evangelización se convierte prácticamente en un campo de batalla donde presentar a Jesucristo se siente como ofertar el producto más atractivo y convencer al cliente de que tu espacio es el que más le conviene. En el país del capitalismo más salvaje y agresivo, cuando la religión a la que perteneces no se ajusta a tus intereses o a los del mercado es muy fácil escindirse y crear una nueva denominación religiosa que sea compatible con las aspiraciones económicas y personales.

 Que la migración hispana esté revitalizando y redinamizando la Iglesia Católica estadounidense no solo implica que los números cambien hacia arriba o hacia abajo o que los bancos de los templos no se vacíen. Significa también aportar un modo de ser Iglesia que ayuda a rebajar ese nivel de competencia o de competitividad por Cristo por medio de la acogida y la integración.

 No todo el mundo lo ve de igual manera. Mario Paredes es de origen chileno y durante más de treinta años ha dirigido las operaciones de la Conferencia de Obispos estadounidenses en la región noreste del país. Comparte con Vida Nueva su perspectiva de lo que ha significado la población hispana para la Iglesia de Estados Unidos y, en concreto, lo que esta población ha traído consigo en relación a la religiosidad popular, como las procesiones y otras manifestaciones de devoción. Dice:

Sin duda es una bendición en tanto que es una expresión pública de fe que revitaliza la vida de la Iglesia, pero no ha sido comprendida del todo por la comunidad de habla inglesa, que llegan a considerar que este fervor es básico, superficial y pueblerino.

 Según los números por condado, la Iglesia más representada era la católica (datos de 2020). Pero una cosa es la pertenencia eclesial por el bautismo, la participación en la Eucaristía, etcétera, y otra muy distinta la mentalidad con la que se vive dicha pertenencia. En el país que abandera el liberalismo económico predomina ese pensamiento de fabricarse la religión a la medida de las necesidades. Mario Paredes continuaba su conversación con Vida Nueva añadiendo este punto de vista:

No puede haber una Iglesia hispana, una Iglesia iglesia, otra italiana… Somos una única comunidad católica plural, pero en comunión. Tenemos que aprender a reconocernos hermanos … Estados Unidos es un país protestante donde prima el ascenso social y el consumismo. Además, los hispanos no vienen aquí a hacer poesía, sino a trabajar para poder levantar recursos y atender a sus familias que han dejado atrás. Su preocupación primera es esa, pero en el correr del tiempo van descubriendo que necesitan de un arraigo espiritual y eso se manifiesta en la participación masiva de los católicos en la vida de la Iglesia.

 Por otra parte, Cony Tavera, que lleva doce años viviendo en Houston y es traductora e intérprete en el Tribunal Eclesiástico de su archidiócesis, describe a la población latina en la iglesia estadounidense de este modo:

Cuando tú hablas de hispano, hablas de latino, puede ser la persona que recién llega, que la puedes considerar como primera generación y hay personas muy ortodoxas que ni siquiera lo consideran como primera generación, pero tú tienes hispanos latinos que acabamos de llegar, tienes los de primera generación que, a lo mejor, llegaron muy pequeñitos o ya nacieron aquí, y luego tienes segunda, tercera, cuarta generación. Y todas esas generaciones se siguen considerando parte de nuestras comunidades. ¿Qué sucede? Cuanto más tiempo lleves aquí, ya hay muchas personas que tienen una preferencia en el idioma que reciban su fe en inglés. Pero el contenido es el mismo. Las creencias, los valores de la familia, el cómo compartimos en las iglesias… Ellos lo hacen igual que la gente recién llegada, pero prefiere en su formación hacerlo en inglés.

 Esta percepción de la población hispana y latina que aporta Cony Tavera añade una capa de análisis que refuerza aquello que decíamos antes acerca del panorama religioso en los Estados Unidos. Dentro de ese mapa de competitividad o de dominancia de unas religiones sobre otras, el hecho de contar con una transmisión de la fe a nivel familiar rompe esa dinámica mercantilista de hacerse una religión a medida. Las segundas y terceras generaciones que eligen voluntariamente mantener viva las tradiciones recibidas se transforman en piezas sobre las que pivota el entendimiento común. Son personas integradas en la vida del país y, al mismo tiempo, aportan aquello que les ha sido transmitido cuyo origen se encuentra en otros lugares del planeta. Cony Tavera sigue diciendo esto a Vida Nueva:

Si tú de alguna manera vas acompañando a tus chicos y tus chicos están contigo y tú dices “en mi casa se habla castellano”. Mis hijos son totalmente biculturales y bilingües (de escribirlo, de hablarlo, de todo). Y eso, además, les da un plus en el trabajo porque se mueven en los dos mundos. Es un plus, porque te vuelves una persona puente.

 Ser persona puente implica ciertas ventajas lo mismo que determinados riesgos. Sin una comunidad que respalde, la vivencia en ese territorio dual se puede vivir como los gritos en el desierto que nadie escucha. Al hilo de esto, Alejandro Aguilera-Titus, el director adjunto de asuntos hispanos de la Conferencia estadounidense de obispos, dice:

La integración ha sido fruto de un proceso orgánico y sinodal desde 1972. [...] A estas alturas, podemos decir que ni están completamente integrados ni tampoco son un gueto, pero sí hay una presencia más que significativa. [...] Dependiendo de la comunidad en la que estés, el latino todavía sigue siendo espectador o tiene un papel activo. El itinerario que planteamos nosotros pasa por tres pasos: bienvenida, pertenencia y corresponsabilidad.

 Tal como decíamos antes, no todo el mundo ve las cosas de igual manera. Ese itinerario de bienvenida, pertenencia y corresponsabilidad, lo mismo que la vivencia como persona puente, va a enfrentar un obstáculo que todavía está muy presente en la Iglesia estadounidense: La mentalidad asimilacionista que lleva implícita la absorción del que llega por parte del que ya está. Una cierta forma de colonialismo pero sin salir del propio territorio.

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 La mentalidad asimilacionista podría suponer una barrera a la integración de la comunidad hispana y latina, lo mismo que esta otras que comentamos a continuación. En primer lugar, un obstáculo viene de la mano de las críticas que acusan a la Iglesia de ejercer de efecto llamada para una inmigración descontrolada. En segundo lugar, el señalamiento hacia esta población migrante como la excusa para llenar los Estados Unidos de católicos y desplazar a otras confesiones religiosas. Tales ideas no son más que la constatación práctica de la competitividad mercantilista que se entremezcla con el mapa identitario de las distintas religiones. El obispo emérito Octavio Cisneros, auxiliar de Brooklyn, habla sobre ello de este modo:

Siempre habrá aquellos que quieren dañar a la Iglesia de una manera u otra. Pero, efectivamente, sí, es una realidad que vienen muchos más a los sacramentos y llenan la Iglesia pero vienen con una fe y las puertas se abren no para llenar bancos. Al contrario, a la parroquia le cuesta porque el llenar los bancos de la Iglesia no quiere decir que el cepillo va a aumentar, pero sí las necesidades de la parroquia, la asistencia que se da, los diferentes programas, educación, jóvenes, etcétera, ayuda a la alimentación de las personas. O sea, llenar la Iglesia de personas acomodadas va muy bien, porque el cepillo aumenta; pero nosotros recibimos el óbolo de la viuda.

 Esa perspectiva del obispo Cisneros acerca de recibir la ofrenda de la viuda en lugar de la de aquellos ricos que se acercaban al Templo (cf. Mc 12, 38ss), nos sitúa también en la óptica de la encíclica Fratelli tutti del papa Francisco. El cuerpo principal de este texto se articula alrededor de la parábola del samaritano (Lc 10, 25-37) que se detiene para cuidar de ese hombre herido en el camino. En esa primera etapa de acogida al migrante, la Iglesia está actuando como el samaritano que paga de su bolsillo el alojamiento y los cuidados del convaleciente porque migrar no es una cosa menor y tiene consecuencias sobre las personas que se ven obligadas a hacerlo.

 La población hispana y latina que alcanza los Estados Unidos está expuesta a una serie de violencias que impactan sobre las familias en su conjunto. Tales violencias se pueden producir en cualquier etapa de la migración, desde antes de abandonar el hogar hasta la llegada y el asentamiento. Además de ello, esta población migrante (como otras) puede también experimentar situaciones de estrés relacionadas con el miedo a la deportación, la separación familiar, la discriminación y posibles problemas legales2.

 Cuando se nos olvida que quienes migran son personas, nos encontramos con fenómenos de odio como los que estamos atestiguando en los tiempos actuales. Aquí, en España, se ha instrumentalizado el uso de la figura del menor migrante no acompañado como una especie de fuego con el que quemar al adversario político e inflamar las emociones de la masa social. Hace un par de días, Vida Nueva informaba acerca de un mensaje del grupo federal de cristianos socialistas hacia los partidos de derecha en el que se señalaba que estos últimos abordan la situación de los menores no acompañados de un modo que engaña a la ciudadanía y que es poco cristiano al no querer que se atienda a los menores.

 La misma oposición e instrumentalización puede ser encontrada lo mismo en España, que en Italia o en Estados Unidos. Los discursos de odio encuentran una rápida acogida que no entiende de fronteras. La investigadora Valeria Bello, de la Universidad Ramón Llull de Barcelona, decía en 20203 que la violencia sufrida por los migrantes en centros de acogida se incrementaba si quien dirigía el centro mantenía prejuicios hacia esta población. La reproducción de narrativas estereotipadas impacta con la relación negativa entre los migrantes y los habitantes de la zona, definiendo a quienes llegan de fuera como una amenaza.

 El obispo Cisneros, al conversar con Vida Nueva, expresa su malestar ante esta situación en la que queda la población migrante. Su mensaje incorpora elementos emocionales dado que él mismo llegó a los Estados Unidos desde Cuba como un menor no acompañado. Él consiguió salir hacia adelante gracias a la ayuda de la propia Iglesia. Dice así:

Cuando 15000 niños vinieron de Cuba a Estados Unidos, esos 15000 niños fueron acogidos por la Iglesia. Pero el Estado estaba ayudando a la Iglesia. Caridades católicas me enviaron a Michigan, a un orfelinato. Pero todas esas entidades tenían ayudas del Estado. Y ahora es todo lo contrario. La Iglesia sigue ayudando, sigue abogando por los niños y jóvenes. El problema es también la trata de jóvenes y niños. Aquí en EEUU, me imagino que también en España. Y que se les trate a esos jóvenes como a criminales, en lugar de verlos como un desafío o un futuro. De la juventud cubana que vino, ¿cuántos obispos somos dentro de la Iglesia, cuántos sacerdotes, cuántos políticos, cuántos empresarios han surgido de los niños que vinieron refugiados?

 Como decíamos, asociar a los menores no acompañados con la delincuencia no es exclusivo de España o de los Estados Unidos. A principios del pasado julio, el salesiano francés que coordina la red Don Bosco acción social, Jean-Marie Petitclerc, lamentaba dicha asociación entre jóvenes migrantes y violencia. Petitclerc decía:

Para realizar su proyecto de vida, han asumido riesgos significativos. Me conmueven personalmente las historias que nos cuentan sobre sus compañeros fallecidos, su travesía por el desierto y el Mediterráneo. Y me sorprenden los esfuerzos que hacen para integrarse con éxito en la sociedad francesa. Nuestros equipos educativos los respaldan en un proyecto educativo basado (en la tradición de Don Bosco) en la confianza, la esperanza y la alianza.

 Esta última parte adquiere mucha relevancia si la unimos con otras palabras pronunciadas por el propio Petitclerc en una entrevista de hace unos meses. En conversación con el medio francés RCF, decía que la violencia del joven no era otra cosa que el camino más simple hacia la resolución de un conflicto. A tiene un problema con B. A termina con B. El problema de A desaparece. El salesiano decía así:

Los estudios canadienses nos muestran que los jóvenes violentos son habitualmente jóvenes con una pobre estima de sí mismos. De manera que piensan que la única manera de probar que existen es acabar con el otro; es luchar para hacerse reconocer por sus habilidades y talentos. En los colegios, la mayor parte de actos violentos son cometidos por los jóvenes que rechazan la enseñanza. Los muchachos que están en la escuela son suficientemente recompensados por medio de las apreciaciones de sus profesores, por lo que no sienten la necesidad de acabar con el otro para probar que existen. [...] Hay una radicalización. Me gusta decir que la radicalización está más ligada a una falta de espiritualidad que a un exceso de ella. Me acuerdo de una conversación con un Imán que me decía: vuestro problema como católicos es que tenéis muchos jóvenes creyentes no practicantes y nuestro problema es que tenemos muchos jóvenes practicantes no creyentes.

 Jean-Marie Petitclerc afirmaba que el problema con los menores migrantes era que, en muchas ocasiones, idealizaban al DAESH y apoyaban sus acciones sin conocer siquiera un solo versículo del Corán.

 Esta asunción de ideas sin un criterio razonado funciona en ambas partes, tanto en la persona que es odiada como en quien experimenta dicho odio. A mediados del pasado junio leíamos en Vida Nueva acerca del brote de xenofobia que se había expandido por Villaquilambre tras conocerse que la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios había acondicionado un viejo hotel abandonado para acoger a 180 migrantes adultos.

 Poco importó la edad, dado que en los grupos de Whatsapp y Telegram creados para aglutinar el descontento social se afirmaba que la iniciativa iba a dar cobijo a 150 menas, que es la palabra utilizada cuando se quiere despersonalizar a un menor en riesgo. Los vecinos que elevaron su queja decían que este gesto solidario podría destruir la provincia de León.

 A raíz de aquello, Francisco José Pérez, de la Delegación de Misión Samaritana de la Diócesis de León, recordó públicamente que la convivencia con personas migradas es una oportunidad para el enriquecimiento mutuo y que estas no son un problema, sino portadoras de talentos y experiencias culturales valiosas.

 Tales actitudes de rechazo, expandidas por todo el planeta, se suman a las violencias sufridas por las personas migrantes.

 Algunas investigaciones sobre salud mental en migrantes latinos que llegan a Estados Unidos4 afirman que es necesario trabajar con esta población en siete niveles o que hay que potenciar siete fortalezas. La determinación, la esperanza, la adaptabilidad, la ética del trabajo, la conexión con otras personas, la expresión emocional colectiva y la resistencia. Cuando todo ello se trabaja en conjunto, los migrantes latinos desarrollan una resiliencia que les permite sobrellevar los traumas asociados a la migración de un modo menos perjudicial para su salud mental.

 Al mismo tiempo, la ciencia también se ha interesado no solo por la acogida de los individuos migrantes, sino también de sus familias en conjunto. Hay varios estudios que señalan que una mayor cohesión familiar está asociada con una menor tendencia a delinquir.

 Eso nos lleva a las palabras de Cony Tavera acerca de los hispanos y latinos de segunda, tercera y cuarta generación. Hablamos de familias asentadas que se alejan de los estereotipos que nos transmite el cine de Hollywood. En las películas del pasado reinaba el “latin lover”, el amante venido de tierras del sur. Actualmente, los latinos cinematográficos son mayormente esas personas repletas de tatuajes que pertenecen a bandas y delinquen antes de ir a misa.

 Tal vez, quienes hacen esas películas y nos mandan tales mensajes formen parte del sector de la sociedad estadounidense a quien preocupa el efecto llamada de la Iglesia o puede que incluso se trate de quien no duerme pensando en que hay demasiados católicos en los Estados Unidos.

Prejuicios hay en todas partes, no importa si llevas una cruz al cuello o una estrella de David en la solapa, si haces una película o si preparas la ceremonia de apertura en los Juegos Olímpicos.

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citas:

1Center for Applied Research in the Apostolate (2023), Parish, Ecclesial and Socioeconomic Statistics for Eleven Dioceses between 1970 and 2020.

2Jolie, S. A. et al (2021), Strengthened Space: A Review of Immigration Stress, Violence Exposure, and Intervention for Immigrant Latinx Youth and Families. Annu. Rev. Clin. Psychol., 17:127–51.

3Bello, V. (2020), The role of non-state actors' cognitions in the spiralling of the securitisation of migration: prejudice, narratives and Italian CAS reception centres. Journal of Ethic and Migration Studies, 48(6), 1462–1478

4Adames HY,Chavez-Dueñas NY. 2017, Cultural Foundations and Interventions in Latino/a Mental Health: History, Theory and Within Group Differences. New York: Routledge/Taylor & Francis.

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Más episodios

 Si quieres escuchar otros episodios de la temporada 4 de este pódcast, puedes pinchar en este enlace. No encontrarás carnaza, burla fácil ni elementos que fuercen la división y el enfrentamiento. En su lugar, tienes a tu disposición un espacio sosegado de razonamiento accesible a personas de diferentes niveles culturales y sociales. De otro modo, ¿cómo sería posible el diálogo?