El pasado 9 de julio (2024) hubo dos acontecimientos a simple vista independientes entre sí. En España, se presentaba el trabajo realizado durante una asamblea extraordinaria de la Conferencia Episcopal Española.
Ha sido una plenaria extraordinaria para la aprobación de tres documentos que se refieren al trabajo de la Iglesia en España en relación a los abusos sexuales cometidos por algunos de sus miembros en el marco de su actividad pastoral contra menores o con personas equiparadas en derechos. El trabajo de la Iglesia ha comenzado hace muchos años, pero, de alguna manera, hoy alcanza un punto alto con la aprobación por parte de la CEE de estos tres documentos, que son las líneas de trabajo que ha hecho la Iglesia en este campo, el plan de reparación integral a las víctimas y también los criterios orientadores de este plan..
Salvo una abstención en uno de ellos, los tres documentos se aprobaron por unanimidad episcopal. Esa abstención es muy llamativa. Al margen de libertad individual de cada obispo, surge la duda acerca de los motivos concretos que llevan a no votar en contra pero tampoco a favor. ¿Qué expresa esa abstención en particular? Dejamos esta respuesta en suspenso hasta más adelante, cuando podremos dilucidar una posible explicación.
Los documentos aprobados por la Conferencia Episcopal Española son el resultado de un trabajo en diálogo con las congregaciones religiosas e institutos de Vida Apostólica, con las víctimas y también con el Estado a través de diferentes órganos y organismos. Luis Argüello, el presidente del episcopado español, decía lo siguiente:
El trabajo que la Iglesia viene realizando no ha empezado hoy ni concluye hoy, pero hoy sí que es un día importante. En primer lugar, porque ponemos en común, ofrecemos singularmente a las víctimas de abusos, pero también a la comunidad cristiana y quisiéramos que a la sociedad, la experiencia de un trabajo compartido, un trabajo de comunión. [...] Nuestro trabajo de las últimas semanas es un pequeño, humilde, ejercicio de caminar juntos. [...] En este camino, lo que hemos aprendido es la importancia de cada rostro. Juntos hemos aprendido que estos rostros piden discreción y lealtad. Muchas de las víctimas no están asociadas. Muchas de las víctimas que hemos escuchado en las congregaciones religiosas, en las diócesis, nos han ayudado a tomar conciencia. ¿Por qué este día es un día significativo? Vivimos comunión; hemos puesto en común lo que hemos escuchado juntos y también por separado y hemos abierto una puerta. Lo cierto es que hay víctimas que por la muerte de quien es acusado como victimario, por el paso del tiempo y la prescripción de los delitos se encontraban con la puerta cerrada a la hora de poder abordar su situación. Nosotros hoy hemos querido abrir esta puerta.
El día anterior a que los documentos de la Conferencia Episcopal Española fuesen aprobados, el Ministro Felix Bolaños convocó a asociaciones de víctimas a una reunión en la que les dijo que el Gobierno no aceptaría ningún sistema unilateral. Bolaños dijo:
Ha costado mucho que las víctimas consigáis que la Iglesia reconozca el daño como para que ahora no se os garantice una reparación adecuada. El Gobierno estará a vuestro lado.
En ocasiones, cuesta mucho trabajo diferenciar cuándo un cargo público está actuando como miembro de un partido político y cuándo como representante de una institución del Estado. El lenguaje que muchas veces se utiliza no ayuda demasiado a establecer esta diferenciación. El ministro Bolaños dijo que el Gobierno estaría al lado de las víctimas. Eso se refiere a las personas concretas que en esta legislatura y en este tiempo están ocupando esos cargos. Por tanto, es legítimo preguntarse si, una vez que cambien los representantes, el Gobierno dejaría de estar junto a las víctimas. Esto resulta fundamental si lo que se pretende es una reparación a largo plazo. ¿Es el Gobierno de turno o es el Estado quien debe estar junto a las víctimas? ¿O acaso ninguno de los dos y tiene más sentido que sea la propia Iglesia quien recorra este camino junto a la persona que recibió el daño sin encubrir a quien lo causó?
Manuel Barbero, el fundador de la asociación Mans Petites, dice a Vida Nueva que esta crisis se está abordando mal desde el principio, ya que ni el Gobierno ni la Iglesia tienen razón; afirma que se están peleando para ver quién se lleva el gato al agua. Barbero añade que ni uno ni otro agente están colocando a las víctimas en el centro, sino que, más bien, las están utilizando. En sus propias palabras:
La discreción y la lealtad son la base para crear un clima de confianza, si verdaderamente se quiere acompañar a las víctimas. [...] El Estado ha de funcionar como mero observador y mediador y no puede obligar por decreto que se cree una comisión para las víctimas de la Iglesia sin contar con la Iglesia; las indemnizaciones económicas son importantes, pero una verdadera reparación para una víctima es saber que se le reconoce como tal, que se le pide perdón de verdad, que se realiza un proceso para ella y con ella para que pueda ser sanada. En nuestro caso, ayudó más que la institución llevara a cabo un perdón sincero y planteara un plan de prevención que cualquier cuantía que, subrayo, es necesaria pero no lo primordial..
Esto que expresaba el fundador de Mans Petites parece que va en la línea de lo que se conoce como el trabajo cotidiano de la reparación1, una sanación que se lleva a cabo en el día a día y no depende de un hecho particular o puntual, aunque este, por supuesto, pueda formar parte del propio proceso.
La reparación desde lo cotidiano no se ancla en el daño recibido, sino que explora cómo la vitalidad del día a día permite a las personas vivir alrededor de, a través de y más allá de la violencia. Esto no significa que las vidas desgarradas por la violencia del abuso puedan simplemente arreglarse como si nada hubiera pasado. Tiene más que ver con que la resiliencia de las víctimas y supervivientes les permita reparar pequeños aspectos, conseguir ciertos hitos, para continuar con sus vidas y avanzar más allá de ese punto. La antropóloga Veena Das2 introdujo un soplo de aire fresco a la investigación académica cuando añadió esta perspectiva en los casos de víctimas de abuso sexual en el contexto de los conflictos armados. Personas que lograban sanar la herida del abuso en lugares como Bosnia-Herzegovina, Colombia o Uganda. Sin embargo, esto no es un proceso espontáneo. Para que exista una reparación desde lo cotidiano, se necesita algo más. No basta con una compensación económica. No basta con una petición de perdón puntual. No basta con que se tomen en serio las acusaciones. Es todo eso y más. En cualquier caso, es un camino que no puede ser genérico, como si valiese lo mismo para todo el mundo. Sea cual sea la vía que lleve a la recuperación tras el abuso, la víctima superviviente debe ocupar el puesto central para entender su situación concreta.
Hace unos años, se publicó un documental polaco titulado No se lo digas a nadie. En él, se examinaba la situación de la Iglesia en Polonia y se confrontaba con el testimonio de varias personas que habían sufrido abusos de diversa índole. Los obispos polacos decían esto:
Nos hemos acostumbrado a este eslogan ideológico que dice pedofilia en la Iglesia. Este eslogan perfectamente elegido tenía como objetivo señalar que el problema existe, pero también debilitar la autoridad de la Iglesia y, consecuentemente, destruir la confianza depositada en la jerarquía o en la Iglesia.
Por supuesto que hay grupos empeñados en destruir la confianza en la Iglesia, pero eso no está reñido con la debida atención a quienes han sufrido un daño que puede haberse prolongado por muchos años; y las dos cosas no pueden considerarse como una sola. La otra cara de la moneda, la voz de las víctimas, aparecía en ese documental por medio de testimonios como este:
Este sistema de protección a las víctimas o de justicia, simplemente no funciona. Porque la Iglesia como una institución, está demasiado enredada. En realidad, conociendo numerosas historias, puedo decir que la mayoría de los obispos de nuestro episcopado son culpables de transferir sacerdotes de una parroquia a otra. Es el problema de la protección institucionalizada de los perpetradores.
Quizás, parte del proceso de sanación pase por ver que esa estadística no se ajusta con la realidad objetiva y eran muchos más los sacerdotes combatiendo el abuso que perpetrándolo o facilitándolo. O, al contrario, que había muchas más frutas podridas de las que se pensaba y ello derive en la aceptación de una verdad a la que no se daba por cierta. Sea como sea, esa puerta abierta por el episcopado español no puede quedarse como un agujero muerto en la pared que no conduce a ninguna parte. Ni tampoco puede percibirse como un obstáculo burocrático que revictimice. De ningún modo tendría que convertirse en una de dos opciones que duplican esfuerzos en vano. Y, en lo que respecta a las decisiones políticas, estas tendrían que pensar más en términos de Estado y menos de Gobierno politizado. La pregunta que surge es: las víctimas, ¿dónde quedarán en todo ello?
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El mismo día que la Conferencia Episcopal Española presentaba el resultado de su Asamblea Extraordinaria, la Secretaría del Sínodo hacía público el Instrumentum Laboris para preparar los trabajos de cara a la siguiente Asamblea del Sínodo sobre la Sinodalidad. El día anterior, 8 de julio, salió la nota que informaba de la rueda de prensa. Los cardenales Grech y Hollerich compartirían mesa con los sacerdotes Battocchio y Costa. Cuatro hombres y ni una sola mujer. Habida cuenta de que se iba a hablar sobre el Sínodo de la Sinodalidad, quizás habría sumado a los mensajes no verbales la adición de unos ponentes más representativos del Pueblo de Dios en su conjunto.
El Instrumentum Laboris presentado tiene entre cinco y seis partes, según cómo las consideres. Introducción, fundamentos, tres bloques sobre relaciones, itinerarios y lugares y, por último, una conclusión.
No está de más decir que es un texto al servicio de la preparación de la segunda sesión de la asamblea sinodal. No es un texto definitivo. No es un adelanto del documento final que haya que enmendar. Y mucho menos se trata de un compendio sobre eclesiología sinodal. Es más una delimitación del tema y la profundización de algunas cuestiones que serán discutidas en la Asamblea..
Giacomo Costa matizaba que los diferentes puntos del Instrumentum Laboris ponen en el camino del trabajo conjunto. No se trata, por tanto, de afirmaciones magisteriales que deban proclamarse como enseñanzas definitivas de la Iglesia. Pero, de igual modo que ocurría con las personas en la rueda de prensa, hay asuntos que llaman la atención no por lo que se dice de ellos, sino más por lo que no se dice. Al referirse al tema de la ordenación diaconal de las mujeres, el punto 17 se limita a decir tres cosas:
- Cosa número 1: hay gente que está a favor.
- Cosa número 2: hay gente que está en contra.
- Cosa número 3: No se hablará de ello en la Asamblea.
¿Cómo podemos articular el hecho de que en un Sínodo sobre aprender a caminar juntos en la Iglesia no se incorpore a las decisiones finales un asunto como el acceso de las mujeres a ciertos ministerios que después de cientos de años les siguen estando vetados? Especialmente cuando el propio cardenal Mario Grech decía lo siguiente:
Durante el período entre la primera y la segunda sesión, el camino sinodal ha continuado caracterizándose por un profundo ejercicio de escucha. [...]. Se ha confirmado que el Sínodo es, por encima de cualquier otra cosa, un formidable escenario de escucha.
Y así ha venido siendo, sin duda. De hecho, el cardenal Hollerich fue el encargado de compartir algunos de los frutos concretos que todo el proceso sinodal está trayendo en lugares como Japón, India o Corea, por ejemplo. Hablaba de un intenso ejercicio de expresión y escucha mutuas.
De hecho, los resúmenes fueron escritos con gran libertad y franqueza de expresión. Además, el hecho de que hayan sido las propias iglesias locales quienes identificaron los frutos de su viaje hacia una relectura de la experiencia de su camino me lleva a identificar otro fruto: esta capacidad de relectura y autoevaluación, que estoy seguro ayudará mucho a concretar la necesidad de transparencia, rendición de cuentas y evaluación, tal como se expresa en el Instrumentum Laboris.
Mientras que hasta ahora los frutos del Sínodo de la Sinodalidad se vienen evaluando como profundamente transformadores y positivos, sobre todo a nivel de Iglesias locales, al mismo tiempo se deja fuera del diálogo temas que afectan al Pueblo de Dios en su conjunto, como lo que decíamos del acceso de las mujeres a diferentes ministerios, la pastoral LGTB+ y también el tema del celibato sacerdotal. Todo ello, ha quedado orillado a otros lugares menos públicos, como grupos de trabajo o comisiones que irán trabajando las cuestiones al mismo ritmo que hasta ahora.
¿Qué puede estar pasando para que esos temas clave no aparezcan en la segunda Asamblea? Podemos tratar de hallar una respuesta a partir de esto que decía el cardenal Mario Grech:
Se trata de cuestiones sobre las cuales la asamblea ya ha alcanzado un consenso significativo.
Puede que queden fuera del diálogo ciertos temas porque no hay perspectivas de alcanzar un adecuado consenso que permita elaborar un documento final lo suficientemente amplio como para abarcar todas las sensibilidades. En ese caso, emerge una cuestión que necesita una respuesta sincera y debidamente meditada. Si solo se trabaja aquello en lo que hay un cierto consenso previo, ¿no se corre el riesgo de potenciar un sesgo de confirmación? ¿Es eso compatible con el cambio de mentalidad y la reforma de estructuras que viene comentándose desde Evangelii gaudium?
Más arriba habíamos dejado una pregunta en pausa. Tenía que ver con lo llamativo que resultaba el hecho de que un solo obispo se hubiera abstenido en el voto de un único documento. Ahora podemos reevaluar esa cuestión a la luz de todo lo relacionado con los sesgos de confirmación, el mantenimiento del statu quo, etcétera. En la rueda de prensa donde se presentó el Instrumentum Laboris, una de las periodistas presentes preguntó si el hecho de que no apareciera la palabra pecado respondía a cuestiones ideológicas. La respuesta fue que no. Que se asume que el mal existe e implícitamente que se necesita el perdón. El punto interesante no es tanto la respuesta como la pregunta en sí misma.
Dentro de la Iglesia, como en cualquier otro grupo humano, diferentes sensibilidades tienden a fijar su atención en detalles distintos. A una gente le preocupa que no se vaya a hablar sobre el acceso de las mujeres al diaconado. A otra le escandaliza que no aparezca la palabra pecado en un documento oficial de la Iglesia. Y lo mismo es aplicable a cualquier nivel de la Iglesia, desde lo Universal hasta lo local. Una posible explicación a la abstención podría deberse a una cuestión tan sencilla como esa, que aparezca o no aparezca una determinada palabra. La idea de fondo puede quedar sepultada por toneladas de prejuicios previos.
Decíamos también que los documentos de la Conferencia Episcopal Española tenían que ver con el Instrumentum Laboris a niveles más allá del simple vistazo. Así hablaba Giacomo Costa:
El último capítulo está dedicado a la transparencia, a la rendición de cuentas de las responsabilidades recibidas y a la evaluación que orienta el discernimiento hacia la misión. No se trata de ceder a modas de nuestro tiempo, sino que es algo que está arraigado en la tradición de la Iglesia desde sus orígenes. Por tanto, aquí la transparencia y la rendición de cuentas son importantes en cuestiones como los abusos sexuales y financieros, pero deben abarcarlo todo, hasta los planes de pastoral o los métodos de evangelización; es la forma en la que la Iglesia respeta la dignidad de la persona humana. Por ejemplo, las condiciones de trabajo dentro de las instituciones es un tema importante. O todas las iniciativas emprendidas en materia de salvaguarda, de protección de menores y personas vulnerables, y también rendir cuentas, abordar de manera transparente la promoción del acceso de las mujeres a puestos de autoridad y su participación en los procesos decisionales.
Los documentos aprobados por los obispos españoles enlazan con el proceso sinodal en una cuestión de base. La rendición de cuentas y la transparencia forman parte de la esencia misma de las primeras comunidades cristianas. No es algo que tenga que ver con modas políticas o con vientos que soplan una vez hacia un lado y otra vez hacia otro. Es esencial que la Iglesia sea transparente y rinda cuentas de la mies que tenía encomendada. ¿Cómo solicitar trabajadores para esa misma mies si luego se va a dejar abandonada a su suerte?
Por último, antes de terminar, cabe fijar la mirada en el hecho de que Giacomo Costa decía también que la promoción de las mujeres a puestos y lugares donde se toman decisiones forma parte de la rendición de cuentas.
- La Iglesia actual ha tomado conciencia de que las mujeres necesitan ver reconocidos los espacios que se les tenían obstaculizados o prohibidos en el pasado para participar y tomar decisiones en igualdad.
- Al mismo tiempo, se deja fuera de un trabajo sinodal la posibilidad de que las mujeres accedan a determinados ministerios.
- Por otro lado, el pontífice dice que las mujeres no van a acceder al diaconado.
- Simultáneamente, se establecen grupos de trabajo para estudiar esta cuestión y ayudar al discernimiento.
No sé cómo lo ves, pero parece bastante confuso. Y eso solo hablando sobre las mujeres en la Iglesia. Hay otros muchos temas en el aire. Con toda esta información en su conjunto, es lícito preguntarse si estamos esperando a que las mujeres ocupen muchos lugares de toma de decisiones para que sean ellas mismas quienes abran las puertas que otros les cierran. ¿No sería más propio de la sinodalidad que las llaves de dichas puertas no continuaran guardadas en lugares oscuros y de imposible acceso?
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