Podcast.

Profeta de la Doctrina Social

T4E157.

 “Un hombre sin miedo” es el documental estrenado el 7 de junio que detalla el proceso de reconversión personal que aconteció en el jesuita José María de Llanos a partir de la década de 1950. Su compromiso en favor de quienes se convirtieron en sus vecinos le llevó a dejar una huella muy profunda en el barrio, donde aterrizó e hizo carne la Doctrina Social de la Iglesia. Historias como la suya hay muchas, pero no siempre encuentran oídos dispuestos a escucharlas ni corazones preparados para entenderlas, dado que, como mínimo, generan incomodidad por el grado de coherencia que explicitan. El testimonio del padre Llanos y el de tantos otros bautizados resultan siempre una invitación, tan fresca como exigente, para que cada cristiano se pregunte si está verdaderamente amando hasta el extremo.

lista de episodios

Portada del episodio t4e157 del pódcast de la revista VN.

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Sobre este episodio

 El episodio 157 del pódcast de la revista Vida Nueva dura , se titula Profeta de la Doctrina Social y trata sobre la figura del jesuita José María de Llanos, cuya percepción sobre el seguimiento de Jesús sufrió una transformación a raíz de entrar en contacto con una realidad social y económicamente deprimida.

¿Dificultades para escucharlo?

 No te quedes sin acceder a su contenido. Aquí tienes la transcripción del episodio 157.

 Los episodios del podcast son largos, así que también lo son sus transcripciones. Este texto te llevará varios minutos de lectura; tal vez quieras dejarte cerca un vaso de agua por si lo necesitas antes de llegar al final.

 El cineasta Juan Luis de No acaba de estrenar el documental titulado “Un hombre sin miedo” en el que hace un repaso a la biografía del jesuita José María de Llanos. Le dice a Vida Nueva:

Llevábamos varios años ya trabajando en la película. La acabamos en 2023, pero no habíamos conseguido un hueco para estrenarla.

[...]

 Se nos han ido algunos personajes importantes antes de poder entrevistarlos, lo que es una pena.

[...]

  No diría que es un biopic en sentido estricto. Es una historia con tramas que van más allá de la historia de Llanos. Temas como la dignidad, el derecho a cambiar de opinión o qué hacemos con ese impulso tan humano de luchar por mejorar las cosas y que tanto nos ha ayudado como especie.

 Tres temas distintos pero muy relacionados entre sí; la dignidad, el cambio de opinión y el impulso por mejorar las cosas. Vamos por pasos y al terminar el episodio tendremos la pincelada global que los abarca.

Portada del libro "Azul y Rojo", de Pedro Miguel Lamet, sobre el Padre Llanos.

 Pedro Miguel Lamet, en su libro Azul y Rojo del año 2013, sí hace una biografía al uso. En ella podemos encontrar varias claves para poner en valor la pieza documental de Juan Luis de No. La primera aparece al comienzo de la obra, cuando Lamet narra la experiencia del nacimiento de José María de Llanos. Cuenta que su padre, un militar, estuvo leyendo el diario ABC antes del parto. Ese hombre, llamado Manuel de Llanos y Torriglia, que provenía a su vez de un linaje de soldados, influiría de manera decisiva en cómo su hijo habría de ver el mundo y cómo se relacionaría con él.

 Cuando la Guerra de Cuba, en 1898, Manuel de Llanos participó en ella y regresó a casa después de que España perdiera el conflicto. Un tiempo después, en mayo de 1906, también le ocurrió que, escoltando a Alfonso XIII estuvo a punto de morir cuando el rey sufrió un atentado por medio de una bomba escondida en un ramo de flores. Ahí tenemos un primer detalle en el que fijar nuestra atención. Un militar que debe lidiar con gente contraria a la forma de gobierno tanto en el extranjero como en su propio país.

 Después, en 1913, nace el hermano menor de José María de Llanos, Manolo. Y ese mismo año, seis meses después, fallece la madre, Dolores Pastor. Por tanto, el muchacho crece sin referencia materna, en un hogar a cuyo frente está un padre militar con ojos y palabras poco amables para los elementos más reaccionarios de la sociedad. No es difícil imaginar algún comentario casual en la mesa acerca de la necesidad de una sociedad con reglas más rígidas o en contra de ciertas libertades modernas.

 Es posible que en ese ambiente conservador surgiera la germanofilia que el propio padre Llanos reconoció alguna vez en sus textos, una cierta afinidad hacia el imperio Alemán durante la Primera Guerra Mundial.

 No es de extrañar que, habiendo crecido en tal contexto, profundamente monárquico y conservador, la llegada de la Segunda República en 1931 fue vista por el joven como “la llegada de los malos”. La relación entre la Iglesia y el Estado estaba muy tensa y el anticlericalismo se manifestaba con firmeza. Cuando la República ordenó la disolución de los jesuitas, José María de Llanos se exilió, lo mismo que otros, en Bélgica. También estuvo en Portugal y fue precisamente allí, ya comenzada la Guerra Civil, donde recibió una carta de su padre fechada en enero de 1937 donde este le informaba que Manuel, el hermano menor, había sido fusilado por las tropas republicanas.

 Aquello le marcaría durante el resto de su vida. En esos momentos, escribió lo siguiente:

Tengo un hermano mártir. No lo hubiera creído, pero sobre el desgarro del primer momento en que lloró el alma, el cuerpo, todo, se ha ido metiendo en mí. Él lo ha hecho, un consuelo nuevo, suave. Manuel es mártir y está en el cielo. Esta es mi alegría, esta es mi obsesión [...] Salía de la cárcel donde había estado tres meses. Felix María debe seguir allí [...] Lloré [...] es un mártir, es un santo, un escogido, por eso se lleva a su amigo con él.

 Todo ello en su conjunto, moldeó un perfil de sacerdote perfectamente alineado con el régimen posterior, el de Francisco Franco. Y en ese alineamiento, regresó a España, vinculándose a la formación y la espiritualidad, especialmente de la juventud. Como detalle concreto, baste mencionar que también se involucró en la vida de los militares. Junto al general Luis Pinilla, fundó FORJA, una asociación para militares que buscaban la perfección moral, humana y profesional. Dice el profesor Juan Antonio Delgado de la Rosa1:

Para Llanos, el militar debía y tenía que transparentar a Dios, a un Dios padre, Creador. El militar, para Llanos, también debía sentirse llamado por Dios para sostener la vida social. Estos rasgos que Llanos manifiesta para el militar son aplicables a él mismo, a su vocación de profeta. El profeta, también militar, debe ser “original, fuerte, profundo, apasionado, fiel”. Llanos trató de ser profeta en medio de la institución militar. Conocía la vida interior de muchos cadetes y oficiales, “sintiendo una extraña y viva predilección sacerdotal por estos mismos jóvenes, su vocación y su papel maravilloso al que están llamados en esta España a medio hacer”.

 Entonces llegó la navidad de 1954 y José María de Llanos le escribió una carta al provincial de los jesuitas de aquel momento diciéndole lo siguiente:

Soy por educación y hasta por fisiología un enorme burgués en el sentido más peyorativo de la palabra. Necesito toda la fuerza de la fe y la caridad cristiana para resistir a mi fatal tendencia a vivir cómodamente. Por otro lado no me creo tampoco con vocación especial de héroe apostólico y nunca sentí esa llamada hermosa a las misiones u obras semejantes de gran abnegación. En cambio la situación y alejamiento de nuestros hermanos, los que viven en el otro Madrid, cada día me hiere más e informa todas mis pobres páginas y artículos, mis pensamientos y hasta rabietas, mis oraciones también, mis tentaciones incluso, y ello hasta culminar en el deseo que desde hace años se graba más y más dentro de mí.

[...]

Me atreveré a sumar algo de lo que podría significar la aparición de una residencia de jesuitas en un barrio extremo de Madrid [...] que, haciendo el menor ruido posible, abren una casita de esas típicas de barriada en Usera, Vallecas o cualquier otro suburbio.

[...]

La Compañía en Madrid necesita algo así si queremos estar con los tiempos [...] [No es lo mismo] atender a este mundo acudiendo desde nuestras residencias de la ciudad cómoda a aparecer entre ellos, no como unos sacerdotes obreros, sino como unos vecinos de su barriada.

 El Padre Llanos se marchó a vivir al Pozo del Tío Raimundo, un lugar que, por aquel entonces, no era diferente de cualquier suburbio actual; calles de barro y muchas chabolas. Aquella decisión llamó la atención de mucha gente a su alrededor. A su muerte, el teólogo José Mª González Ruiz dijo lo siguiente2:

La vida de José María de Llanos es muy fácil de resumir, ya que él lo era todo menos complicado. Llanos era un creyente en el Dios de Abraham, de Isaac, de los profetas y de Jesús de Nazaret. En él mandaba la fe por encima de todo. El Llanos que se convirtió en el cura de moda en los primeros años de la posguerra y atraía como un imán a la gente guapa de entonces y, sobre todo, a la juventud universitaria, no es sustancialmente distinto del Llanos que dio la “espantá” y se encerró en el Pozo del Tío Raimundo.

 Por el mismo motivo, en recuerdo de José María de Llanos, el teólogo José Ignacio González Faus escribió esto otro sobre él:

Casi siempre que hablábamos me decía cosas como esta: “¡Cuántas lecciones me dan los ateos! Sin tener dónde agarrarse y son mucho mejores que yo”.

[...]

Esta acogida del otro le hacía parecer a veces demasiado pesimista o autocrítico.

[...]

Recuerdo que cuando Llanos pasaba por donde estábamos en el seminario y daba alguna charla o alguna actuación suya llegaba hasta nosotros, mis formadores de entonces dedicaban los días siguientes a refutarle y ponernos las cosas en su sitio.

[...]

Después fui comprendiendo hasta qué punto el inquisidor es una tentación grave de todos los hombres que quieren ser fieles y cómo esa tentación contrasta con la conversión de Llanos hacia los de fuera.

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 Con ese repaso muy de puntillas sobre la figura de Jose María de Llanos, hemos abordado dos de las claves que aparecían al comienzo del episodio y que el cineasta Juan Luis de No destacaba del jesuita. En concreto, a partir de lo dicho hasta ahora queda claro el evidente cambio de opinión que se produjo en el interior de este sacerdote. Ello, a su vez, influyó sobre otra de las claves, la del impulso humano por mejorar las cosas. El director del documental sobre Llanos añadía estas otras palabras a su conversación con Vida Nueva:

Fue una persona que luchó toda su vida por cambiar el mundo y lo consiguió en un grado muy alto. Es importante recordar que esto sucedió en uno de los momentos más complicados de la historia de España y, aún así, se cambiaron las cosas a mejor. Si entonces se pudo, ¿cómo no se va a poder ahora?.

 En esa estela de bautizados que comparten la fatiga con sus vecinos como exigencia directa del seguimiento de Jesús, la revista nos acerca también esta semana a un presbítero más contemporáneo, Joaquín Sánchez. Su día a día se mueve entre el altar para la Eucaristía, la cárcel de Sangonera, centros de salud mental y residencias de ancianos. Además, es el consiliario de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y pertenece a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).

 En distintos lugares se le describe como el cura que lucha contra las injusticias o el cura de los desahucios; quizás en algunos medios generalistas utilizan esta forma de descripción como si fuera algo insólito y totalmente ajeno al discipulado cristiano. En cualquier caso, comoquiera que la prensa se refiera a él, un hecho objetivo es que cuenta con el afecto de aquella gente con la que comparte el sufrimiento cotidiano. Al respecto de ellos, Joaquín Sánchez le dice esto a Vida Nueva:

Yo creo que se valora la presencia en muchos lugares de lucha por la justicia social y la constancia; que lleve muchos años luchando con todas las dificultades. Además, también que hay mucha gente que ha abandonado. Por ejemplo, en la PAH aquí en Murcia hemos quedado cuatro o cinco activistas nada más; antes éramos unas cien personas.

 Estas palabras de Joaquín Sánchez nos transportan de nuevo al momento concreto con el que comenzábamos el episodio, el del fallecimiento del Padre Llanos. Entre aquello que dijo el teólogo José Ignacio González Faus a propósito de su recuerdo, nos encontramos con esto otro que habla sobre la época en que se produjo la primera reunión de Cristianos por el Socialismo:

Llanos comenzó la eucaristía final diciendo más o menos: “Cuántas veces a lo largo de la historia se han reunido gentes para arreglar el mundo y esperaban que ese cambio del mundo saliera de aquella reunión. ¿Qué será de esta que ahora hemos celebrado?” [...] Varios de los presentes criticaron luego las palabras de Llanos por reaccionarias. Alguien respondió que lo decisivo no era lo que había dicho, sino el que, pensando así y habiendo experimentado eso, siguiera presente allí, en aquella reunión. Efectivamente, esa fue una de sus mejores lecciones: seguía estando allí. Y muchos de los que entonces protestaban contra lo que había dicho Llanos (quizá porque deshinchaba su conciencia de salvadores del mundo), hoy ya no están. Él, en cambio, siguió allí hasta el final. Esta puede ser su primera lección: fidelidad a través de los cambios.

 Alguna vez hemos hablado en este pódcast sobre la falsa polarización, que se puede resumir en la idea de creer que la otra persona piensa o hace cosas en mi contra que, en realidad, ni piensa ni hace.

 En el terreno de la justicia social hay mucho de esto, de falsa polarización; pero de un tipo que afecta casi exclusivamente al interior de la Iglesia. Hoy día, hay muchos grupos que no tienen reparo en ridiculizar o menospreciar públicamente en redes la entrega generosa de quienes desgastan su vida en lo concreto de cada día al acompañar la marginación, la exclusión o el empobrecimiento como signo distintivo de su seguimiento cristiano. Por otra parte, en asambleas o reuniones de acción católica especializada podría llegar a escucharse algún chascarrillo sobre esa gente que está siempre frente al sagrario sin pisar la calle real. Unas y otras opciones alimentan esa falsa polarización que, cuando consigue dejarse de lado, descubre un vínculo muy sólido a través de la Cruz.

 ¿Qué relacion tiene lo anterior con el episodio? Fácil. la historia de la Iglesia está plagada de ejemplos en los que esa pretendida dicotomía se unifica y produce enormes frutos. El padre Llanos es uno; san Óscar Romero, otro; incluso la aparente división entre el ateísmo y la creencia alcanza la integración en personajes como Guillermo Rovirosa. Sea como fuere que la conversión personal se produce, el lugar donde esta acontece es muy importante.

 Para Llanos fue el pozo del Tío Raimundo; para Romero, los campos de El Salvador; para Rovirosa, las fábricas. Al hilo de esto, el sacerdote Joaquín Sánchez decía esto en conversación con la revista:

Recuerdo una frase de Juan Pablo II que decía que el lugar de los creyentes es donde está el sufrimiento humano [...] Cuando hablamos de lugares teológicos donde está el rostro de Dios, es importante. Por ejemplo, el tema de ser capellán en la prisión o en los psiquiátricos, pues fueron decisiones planteadas por el obispo porque tenía dificultad para encontrar a alguien que fuera a esos mundos. Tú, al final, reflexionas y crees que debes estar ahí también porque está el rostro de Dios. Ahí también está Dios; en los psiquiátricos y en las cárceles [...] Recuerdo cuando la guerra de Siria, la primera vez que alguien planteó de ir a los campos de refugiados a Grecia y dijimos: “Venga, vamos”. Yo creo que la palabra “Venga, vamos”, animada desde la fe, es muy importante. Tenemos que salir de nosotros. Estamos en éxodo, en un continuo caminar por la fe.

 Al detenernos a observar esos lugares teológicos, enseguida nos asalta un dato muy característico. La incomodidad que estas personas generan en los engranajes del modelo social. Sabemos cómo terminó la historia de Óscar Romero, pero también ha habido otros desenlaces distintos del martirio físico.

 Aunque el Padre Llanos se había hecho un nombre en las élites sociales de su época, a partir de su implicación absoluta en un barrio de chabolas (el Pozo del Tío Raimundo), comenzó a soliviantar los ánimos de algunas personas en la Iglesia y en el aparato del Estado. En un tiempo más contemporáneo, en el caso de Joaquín Sánchez, la defensa de quienes se enfrentan al desahucio inminente le ha llevado a recibir varias denuncias, hasta el punto de que la entrada en prisión se convirtió en una opción muy tangible. Dice:

Fue una época muy difícil, porque con la modificación del Código Penal y lo que es la Ley Mordaza se nos complicó mucho la vida; teníamos denuncias cada dos por tres en los juzgados. De hecho, tuvimos cinco juicios con petición fiscal de un año y la cosa se complicó muchísimo [...] Hubo un momento en que la posibilidad de entrar en prisión era muy real. De hecho, los abogados que teníamos nos decían: “Bajad el ritmo; parad, por Dios, que la posibilidad de que entréis en la prisión de aquí a tres o cuatro años es muy real y muy factible” [...] Pues bueno, tanta gente está crucificada en el mundo. Si hay que pasar por la cárcel, pues ahí está. Recuerdo una anécdota paseando con una persona por uno de los patios de la cárcel, se acercó y dijo:

  —Padre, ¿qué hace usted por aquí?

  —Nada, que ya me han metido en la cárcel.

Enseguida empezaron a llegar los amigos presos:

  —No se preocupe usted, que va a estar muy bien aquí con nosotros.

  —No, que es broma, que todavía no.

 Con anécdota o sin ella, resulta evidente que apostar por los más desfavorecidos lleva a seguir el camino de la cruz, se materialice esta senda de la forma que sea. Y eso, tarde o temprano, lleva a tener que enfrentar una opción clara y contundente: la de apostar por la esperanza o la de no hacerlo. La de permanecer o la de ausentarse. El mundo de alrededor, día tras día, lanza mensajes que empujan a abandonar el esfuerzo. En referencia a José María de Llanos, Leopoldo Calvo-Sotelo, el segundo presidente de España tras la muerte de Franco, dijo:

El padre Llanos fue un hombre que prefirió la utopía a la resignación.

 Instalarse en el pozo del Tío Raimundo, defender a la clase trabajadora, señalar las injusticias de quienes dirigen una nación… todo ello exige una mirada de esperanza sin la que no es posible continuar. Hablamos de una entrega de vida que no entiende de horario de oficina, de nueve a dos. Añadía Joaquín Sánchez a Vida Nueva:

Sí, bueno, es verdad que a veces me han llamado el cura rojo, el cura comunista. En una parroquia me llamaban el cura pancarta, porque siempre estaba en las manifestaciones con alguna pancarta[...] Hay veces que te llaman rojo y comunista. Poner en el centro de la Iglesia a los empobrecidos es evangélico, es lo cristiano [...] Yo creo que estos términos lo que pretenden es que esta gente decide qué no es cristiano, lo que queda fuera de la Iglesia. Y eso sí que es duro [...] Cercena el mensaje del Evangelio.

Ahora, antes de terminar, nos vamos a acordar de unas palabras del propio José María de Llanos acerca, precisamente, del Evangelio que no es cercenado, aquel que penetra en la vida tal cuál es. Cuando se le pidió que eligiera un pasaje favorito, el padre Llanos respondió que aquel de Marcos en el que los discípulos preguntan por el lugar en el que se había de celebrar la Pascua. Veréis a un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle [...] os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada3. Sobre ese fragmento, el jesuita dijo4:

La Eucaristía sigue centrando la vida de la Iglesia y en ella mi vieja vida. Ella encierra en sí, a más de tanto misterio, todo el futuro de la Iglesia. Preside mi mesa una foto de la última asamblea del Consejo Mundial de las Iglesias, que se celebró hace meses, con un tapiz de fondo donde preside el Cáliz y la Forma, como diciendo que por ahí, por la Eucaristía, se marca lo que nos queda que recorrer para la unión total de los cristianos. Por algo creo que la sala está ya dispuesta y preparada. Hay que ir haciendo los preparativos para nosotros.

 Para el padre Llanos, la unidad de los cristianos también era un centro de interés. ¿Será otro de esos puntos que nunca deben dejar de ser alumbrados con la luz de la esperanza?

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citas:

1Delgado de la Rosa, J. A. (2017), José María de Llanos, un jesuita fundador. 25 años de ausencia. Cauriensia. Revista Anual De Ciencias Eclesiásticas, 12, 343–366.

2Escobar, J. A. y otros (1992), El Padre Llanos visto por sus amigos. El Ciervo, 41(492), 4–11.

3Mc 14, 12-15.

4Bilbeny, N., et al. (1991), Encuesta: Mi Evangelio Preferido. El Ciervo, 40(484), 17–22.

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Más episodios

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