Podcast.

Sinodalidad a pie de calle

T4E152.

 La Secretaría General del Sínodo convocó entre el 28 de abril y el 2 de mayo a doscientos párrocos de todo el planeta para compartir unos días alrededor del tema de la sinodalidad. En una dinámica de escucha y diálogo compartido, estos presbíteros incidieron en la sinodalidad como el estilo conciliar del nuevo milenio que debe ser desarrollada en la parroquia con medidas concretas que no admiten aplazamiento alguno. Pero se necesita una profunda conversión individual y comunitaria que se apoye en la corresponsabilidad desde la vocación y la misión a la que cada persona está llamada.

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Portada del episodio t4e152 del pódcast de la revista VN.

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Sobre este episodio

 El episodio 152 del pódcast de la revista Vida Nueva dura , se titula Sinodalidad a pie de calle y trata sobre el encuentro de párrocos por la Sinodalidad que convocó la Secretaría General del Sínodo y se celebró entre el 28 de abril y el 2 de mayo de 2024.

¿Dificultades para escucharlo?

 No te quedes sin acceder a su contenido. Aquí tienes la transcripción del episodio 152.

 Los episodios del podcast son largos, así que también lo son sus transcripciones. Este texto te llevará varios minutos de lectura; tal vez quieras dejarte cerca un vaso de agua por si lo necesitas antes de llegar al final.

 Entre el 29 de abril y el 2 de mayo, se celebró el encuentro internacional de Párrocos por el Sínodo. Aunque comenzaba oficialmente el 29, en el programa aparece contemplado también el día anterior, el 28, con una eucaristía, cena y la bienvenida.

 Echándole un vistazo más amplio al tríptico y viendo su esquema general, me daba la impresión de que la Iglesia se ha acostumbrado a un modo de funcionar tan extendido y universalmente aceptado que es como si todos los encuentros del planeta formasen parte de una misma cosa. Imagínate por un momento que no estamos hablando sobre sacerdotes y sínodalidad. Piensa en el siguiente esquema: Llegada, acogida, apertura, charla, descanso para café, trabajo en grupo, descanso para comer, charla, descanso para café, trabajo en grupo, cena, convivencia y, al día siguiente, a repetir el mismo ciclo.

 Podría estar hablando de las jornadas de formación de una ONG católica o de un congreso organizado por cualquier diócesis. Es tan genérico que daría lo mismo. ¿Seguimos este esquema porque funciona, porque es cómodo o porque no se nos ocurre otro modo de hacer las cosas?

Miembros expertos presentes en el encuentro de sacerdotes para el Sínodo.

 Tiene sentido comenzar con esta pregunta porque me parece importante fijar el foco de atención en este detalle. Si estamos hablando sobre un encuentro cuyo objetivo es la mayor toma de conciencia acerca de la necesidad que tiene la Iglesia de funcionar de un modo distinto, entonces la respuesta a dicha cuestión marcará en gran medida los frutos de esas jornadas. Si estamos ante un esquema tan genérico de funcionamiento como el anterior, al que a fuerza de costumbre nos hemos habituado, entonces el cerebro funciona en modo automático y la atención activa queda relegada a un segundo o tercer plano.

 Lo anterior tiene sentido. La exposición a lo habitual nos proporciona seguridad y evita el colapso ante la permanente entrada de información desde más allá de los límites del propio cuerpo. Ahora bien, en encuentros donde está en juego el futuro de la Iglesia, es posible que lo que se necesite sea, precisamente, una atención trabajando al cuatrocientos por cien. Por tanto, no está de más preguntarse si las jornadas que se organizan para luchar contra la comodidad eclesial se hacen, precisamente, desde la dinámica cómoda de hacer las cosas tal y como nos hemos acostumbrado a ellas.

 En la misma línea de esta pulsión que mueve al cambio (para la cual se necesita prestar atención), el papa Francisco se reunía con el grupo de sacerdotes congregados en Roma y les decía lo siguiente:

Tengo algo que pediros a vosotros, que habéis venido aquí en representación de los párrocos de todo el mundo: necesitamos vuestra ayuda para seguir escuchando la voz de los párrocos de cara a la segunda sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos [...] Por eso os pido hoy que, una vez en casa, os volváis misioneros de la sinodalidad con vuestros hermanos párrocos [...] Y luego os pido que informéis a la Secretaría del Sínodo de los frutos de estos encuentros [...] Cuando volváis a casa, hablad de esta idea con vuestros obispos y con las Conferencias Episcopales y decidles también que es una tarea que os ha encomendado el papa.

 Unos párrafos atrás, me refería a la importancia de poner en valor la atención al detalle, de lo fundamental que resulta hacerse una pregunta para reconocer si se está siguiendo la senda de la comodidad o no. Al hilo de eso mismo, ampliemos ahora la mirada sobre el mensaje que Francisco lanzaba a los párrocos convocados por el Vaticano. El pontífice les decía:

Es una tarea que os ha encomendado el papa.

 La tarea que os ha encomendado el papa no parece una expresión muy diferente a otros mensajes pontificios del pasado, más allá de Francisco. Sin embargo, también dice:

Necesitamos vuestra ayuda y os pido que informéis a la Secretaría del Sínodo.

 Esto añade un elemento distintivo, ya que se trata de una comunicación de doble vía; la información fluye en dos sentidos. Recuerda que en episodios anteriores (por ejemplo, en el 148) hemos hablado sobre el lenguaje performativo, sobre un modo de hablar que contribuye a moldear de forma positiva el ambiente. ¿No son, acaso, estas palabras del papa, un ejemplo claro de ello? ¿Cómo invitar a potenciar la sinodalidad y a ponerla en práctica si el mensaje hubiera fluido en un solo sentido? Se trata de una rotura de patrón, un cambio de dinámicas ancestrales.

Tres cabinas telefónicas antiguas.

 Regresando al contenido de esos días de encuentro sacerdotal acerca de la sinodalidad, cada jornada estuvo dedicada a una idea general. Lunes 29, el rostro de la Iglesia Sinodal; martes 30, todos discípulos, todos misioneros; miércoles 1, tejer lazos, construir comunidad. Y, dentro de esos temas marco, hubo distintas conferencias para aterrizarlos en lo tangible; el jesuita Giacomo Costa habló sobre el punto del camino sinodal en que nos encontramos. Nathalie Becquart introdujo a la conversación en El Espíritu, Hyacinthe Dioné, sobre tejer lazos y construir comunidad.

 Ese fue el contexto vivido por los cuatro sacerdotes que ocupan la portada de Vida Nueva. De ellos, tres fueron elegidos por la Conferencia Episcopal Española durante la asamblea plenaria de marzo; Teo Nieto, de Zamora, Miguel Ángel González, de Coria-Cáceres y Óscar Díaza, de Sevilla. El cuarto párroco, Blas Gordo, de Granada, fue llamado directamente por la Secretaría del Sínodo.

 De todos ellos, es habitual que los medios de comunicación hablen en primer lugar de Teo Nieto porque se trata del sacerdote que más parroquias atiende en España; un total de 43. Ese número tan desproporcionado ha contribuido por la fuerza a poner en marcha una forma de trabajo que era sinodal antes de que la palabra estuviera en boca de todo el mundo. Le dice esto a Vida Nueva:

Nuestro objetivo ha sido desempolvar de nosotros el estigma de la necesidad para pasar a la virtud. Juntos diseñamos la programación pastoral y la aterrizamos. No contamos solo con un equipo misionero para poder cubrir las necesidades litúrgicas de las comunidades, sino que estamos construyendo un equipo misionero desde la opción del trabajo compartido y con tres niveles: formación, dimensión social y liturgia [...] Estamos preocupados por la situación de nuestros pueblos, tanto de las personas como de la realidad rural. Por eso nos encargamos de lo concreto, como la visita a un enfermo o la ayuda con el pago de un recibo de la luz. Y de las necesidades estructurales, como la despoblación o la sanidad.

 Teo Nieto se refiere a ello como una opción por el trabajo compartido, ya que trabaja codo con codo junto a un equipo en el que están representadas diferentes estilos de vida (presbiterado, vida religiosa y laicado). En otros lugares, a eso se le conoce como misión compartida y, últimamente, lo hemos escuchado como sinodalidad. Mirando más de cerca el testimonio de Nieto, quizás podamos averiguar si esto de la sinodalidad se debe quedar en sesudos discursos teóricos o puede ser aterrizado a pie de calle con acciones concretas, realizables y revisables.

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 Miguel Ángel González (de Coria-Cáceres), decía lo siguiente a su regreso a España:

El papa nos ha impulsado a ser portavoces capaces de animar y contagiar. ¿Cuánto tiempo nos va a costar? Pues el que haga falta. Se trata de un proceso abierto y que, poco a poco, habrá que irlo incorporando para hacer las cosas de un modo distinto. No será de la noche a la mañana, pero es un camino imparable. Ahora toca incorporar este modo de ser Iglesia; algunos lo harán más deprisa, otros irán más despacio y habrá hasta los que se hagan los remolones, pero se hará.

 A raíz de sus palabras, me surgen dos hilos de pensamiento diferentes. Vamos a desarrollarlos de manera ordenada.

 En primer lugar, dice que el papa ha impulsado a los párrocos a ser portavoces capaces de animar y contagiar la sinodalidad en lo concreto. Y es, precisamente en esa concreción, donde aparece el primer nivel de confrontación.

Aves peleando entre sí.

 El pasado dos de mayo, fiesta de San Atanasio, un grupo de personas hizo pública una carta mediante la que solicitaban a Francisco su renuncia al pontificado. Afirmaban que, desde 2013, las palabras y obras del papa Francisco han causado una crisis sin precedentes en la Iglesia Católica y han hecho mucho daño a la Iglesia y al mundo entero. Enumeran las supuestas faltas del siguiente modo: actos criminales en contra de las leyes canónicas, las leyes temporales de los países, la ley natural y la ley divina; al desarrollar este punto, acusan al papa de encubrir abusos sexuales y de encubrir a los encubridores; también le acusan de actos de idolatría y de profanación de la misa; le recriminan haber depuesto a obispos sin una base moral o legal; añaden que suprimió la liturgia tradicional en latín; por decir que los adúlteros pueden ser absueltos y recibir la eucaristía; por instituir bendiciones para relaciones adúlteras y homosexuales; por colaborar con el gobierno comunista chino.

Todo eso solo para el punto uno.

 Después, la carta continúa con las herejías que los firmantes atribuyen al papa Francisco y con un desarrollo sobre lo que opinan que es el trasfondo y lo efectos de los llamados crímenes del papa. El primer párrafo del cuarto punto, dedicado a las acciones a ser tomadas, dice así:

El papa Francisco no encaja en el papado. Su ofensa fundamental contra el oficio es la incredulidad. Dado que ya no acepta la fe católica que como papa debe mantener, tiene la obligación de renunciar al papado.

 Cuando esta carta apareció, algunos medios de comunicación la presentaron como firmada por académicos y teólogos. No obstante, aunque los dieciséis nombres que aparecen en ella incorporan titulaciones universitarias, las fuentes en las que se apoyan las acusaciones (algunas de ellas muy serias) se sustentan en enlaces a sitios de noticias y no a artículos contrastados. En ámbitos académicos, eso suele considerarse como fuentes no fiables.

 De las muchas interpretaciones posibles ante esta situación, no está de más rescatar unas palabras del filósofo y escritor Umberto Eco:

Las redes sociales dan derecho a hablar a legiones de imbéciles que antes sólo hablaban en el bar después de una copa de vino, sin dañar a la comunidad. Eran silenciados inmediatamente, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles.

Smartphone oculto entre ramas.

 Lo anterior formaba parte de un contexto más amplio, durante un encuentro con periodistas en 2015 tras haber recibido un doctorado Honoris Causa.

 Como decíamos antes, Miguel Ángel González (de Coria-Cáceres) señalaba que el papa Francisco les había impulsado a ser portavoces capaces de animar y contagiar la sinodalidad. Ponerlo en práctica va a ser complicado porque habrá que desarrollarlo en ese contexto descrito por Umberto Eco. Todo el mundo tiene un espacio de palabra y, además, este es considerado desde una óptica autorreferencial.

 Además de lo anterior, esa reciente carta solicitando la renuncia de Francisco destapa otra dificultad a la hora de poner en práctica la sinodalidad. El párroco Miguel Ángel González compartía en Vida Nueva que tocaba incorporar este modo de ser Iglesia y que algunos lo harían más deprisa o más despacio.

 Es posible que la mayoría de gente que escuche o lea sus palabras lo relacione de manera directa con lo que habitualmente llamamos los ritmos, esa diferencia de velocidad a la que cada persona vamos según nuestras capacidades y limitaciones, lo cual está a su vez vinculado al respeto de los procesos. Sin embargo, todo ello viene atravesado transversalmente por algo que suele pasar desapercibido.

 Para sumar a la comprensión de todo ello, nos vamos a fijar en dos fenómenos que forman parte de nuestra condición humana y que se pueden manifestar de manera natural sin que nos demos cuenta. Se trata de los síndromes de no-inventado-aquí (NIA) y de no-vendido-aquí (NVA). Están relacionados entre sí, pero no son lo mismo.

 El síndrome NIA consiste en la tendencia a oponerse a cualquier idea o innovación que haya surgido fuera del propio grupo social de referencia; por ejemplo, aquellos grupos que consideran al papa Francisco como un usurpador de la Sede de Pedro, difícilmente aceptarán cualquier planteamiento que provenga de su entorno.

 Por otra parte, el síndrome NVA tiene que ver con la dificultad para incorporar ideas que se perciben como contrarias a las del propio grupo. Por ejemplo, una parroquia donde se pasa el cepillo aunque ya haya quedado atrás el momento del ofertorio y el cura siga con el resto de la misa; mantenerse en la convicción de hacerlo así por costumbre, aun cuando se conoce otro modo de hacer las cosas desde una concepción litúrgicamente más lógica, puede estar enmascarando una actitud arraigada en el NVA.

 Así, el encargo que el papa Francisco daba a los sacerdotes para el sínodo va a toparse en lo cotidiano con estas y otras resistencias. A causa de ello, es primordial que los párrocos tengan claras las líneas fundamentales de cómo poner en marcha y construir una parroquia desde lo sinodal. Blas Gordo, afirma que hay que hacer hincapié en la dimensión comunitaria para que el párroco no se convierta en dueño de su cortijo. Dice:

El sacerdote debe suscitar en la comunidad el deseo de vivir desde la clave de una relación de amor recíproco … debemos acoger al que viene y salir en búsqueda del que no está … Hemos de ser pastores que vivan desde Dios. Si caemos solo en lo organizativo corremos el riesgo de convertirnos en gestores, en funcionarios y puedes acabar quemándote.

 Tal vez, por eso, Óscar Díaz incorpora a su descripción sobre párrocos sinodales lo siguiente:

Lo primero es que tu criterio de vida tiene que ser el seguimiento a Cristo. Después, ser humilde, porque somos servidores, no somos dueños. El que se siente servidor y no dueño de las cosas lo hace con humildad y con actitud de servicio, dejándose ayudar y ayudando a los demás [...] El diálogo, el respeto, la comprensión, la escucha y, sobre todo, ponerse en manos del Espíritu Santo para discernir, porque no siempre todas las propuestas son voluntad de Dios, pero hay que escucharlo todo.

 Esta última pista que mencionaba Óscar Díaz no está tampoco exenta de riesgo. De una parte, nos topamos con ese aluvión de voces que suenan indistintamente (como lo descrito por Umberto Eco),todas ellas considerándose a sí mismas al mismo nivel de autoridad moral, intelectual o emocional. También hay que tener en cuenta los dos síndromes que comentaba, el NIA y el NVA. Además, añadimos otra capa de dificultad si incorporamos parte de lo que dice el investigador mexicano Francisco Guzmán Marín, de la Universidad Pedagógica Nacional, en un reciente artículo suyo1. Hablando sobre la posverdad, decía lo siguiente:

La posverdad no representa una nueva forma de moda para etiquetar el antiguo arte de la mentira [...] puesto que, en sentido estricto, no se trata de ocultar, deformar o falsear la verdad en sí misma, sino más bien del predominio de la charlatanería generalizada, como fundamento de las decisiones y actuaciones sociales, donde la veracidad de los planteamientos tiene un carácter marginal, cuando no ocioso, frente al argumento emocional a que apela, invoca o declara [...] El que miente conoce la verdad, o al menos la intuye, por eso la tergiversa; pero el charlatán que deriva en la disposición del opinólogo funda su opinión en el convencimiento de su emoción y demanda la acrítica adhesión de quienes comulgan con el mismo convencido estado emocional, menospreciando la evidencia de los hechos y el valor concluyente de la veracidad.

 Ese “escucharlo todo” que decía Óscar Díaz va a implicar tener que manejar también el escenario de posverdad y mentira en el que la humanidad se desenvuelve actualmente, en la línea de lo descrito por Guzmán Marín. Pensaba que, lo mismo que en el mundo musulmán existe la palabra Taqiyya (تقیة) para definir la actitud que finge exteriormente unas actitudes religiosas mientras en la intimidad se llevan a cabo otras distintas, en el cristianismo no manejamos un concepto similar, salvo los estándares de doble vida o hipocresía. Tal vez también sería prudente tomar en consideración la existencia de esos fieles del Pueblo de Dios que dicen una cosa y hacen otra por el riesgo potencial que supone su actitud en contra de la sinodalidad.

Unas fichas con letras forman la palabra LIE (mentira en inglés).

 Ahora, en los párrafos finales, vamos a aportar una nota propositiva para que no parezca que solo tenemos ojos para el análisis vacío de contenido.

 Hace casi una década, en 2015, la profesora italiana de economía y negocios Bárbara Aquilani, escribía junto con otras compañeras un artículo2 a propósito de la superación de barreras culturales. Su campo de trabajo es el de las empresas, pero fijarnos en su texto nos puede aportar un marco de referencia externo para dejar surgir ideas nuevas. Estas investigadoras proponían un marco de referencia teórico a la hora de superar las barreras culturales que aparecían en los procesos de innovación. De modo parecido a los síndromes que mencionábamos antes, cuando dos equipos se unen para el trabajo conjunto pueden surgir resistencias a la hora de entenderse que se manifiestan en la incapacidad para aceptar las ideas de la otra parte.

 El marco teórico que presentaba el artículo se apoya en la existencia de una figura intermediaria que rellenase las lagunas en la comunicación. En la Iglesia lo llamamos tender puentes, y antes que eso lo nombrábamos como acercar posturas. Sin embargo, es posible que la Iglesia haya errado en el enfoque durante mucho tiempo. Hoy día, sigue habiendo mucha gente que confunde ese “tender puentes” con hacer propuestas que se le ocurren en el día a día pero que no tienen en cuenta el contexto en el que deben ser desarrolladas, de manera que no cumplen su función de poner en contacto y terminan por desgastar a quienes se dejan la piel en ellas.

 Además, las personas que han nacido más allá de la media y tienen la facilidad para entender las posturas de unos grupos y otros, son habitualmente dejadas al margen porque las pulsiones emocionales de las demás personas las señalan siempre como pertenecientes a “de los otros”. Sus palabras y gestos se perciben como no-inventadas-aquí o como no-vendidas-aquí.

 Hay, en los márgenes del camino, un gran número de gente con el potencial de actuar como esos intermediarios que mencionaba Bárbara Aquilani, como piedras angulares de los puentes tendidos que evitan que una y otra parte colapsen en las aguas de la división. Quizás, la sinodalidad también pase por saber que esas personas existen.

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citas:

1Guzmán Marín, F. (2024) La sociedad enferma. Prometeica 29, 204-218.

2Aquilani, B. et al. (2015) Overcoming cultural barriers in open innovation processes through intermediaries: a theoretical framework. Knowledge Management Research & Practice, volume 15 (2017), 447-459.

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Más episodios

 Si quieres escuchar otros episodios de la temporada 4 de este pódcast, puedes pinchar en este enlace. No encontrarás carnaza, burla fácil ni elementos que fuercen la división y el enfrentamiento. En su lugar, tienes a tu disposición un espacio sosegado de razonamiento accesible a personas de diferentes niveles culturales y sociales. De otro modo, ¿cómo sería posible el diálogo?