Podcast.

Belleza trascendente entre rejas

T4E151.

 Por primera vez en la historia, un pontífice de la Iglesia Católica visitó la Bienal de Venecia. No se trata de un hecho aislado, sino que forma parte de la relación con el mundo del arte que Bergoglio lleva desarrollando a lo largo de todo su pontificado. En este caso, la representación vaticana en la muestra internacional de arte se enmarca en un contexto de periferia, el de la cárcel de mujeres de la isla de Giudecca. Allí, las ochenta internas y nueve artistas han trabajado codo con codo para dar forma a una propuesta artística que no desentona con la voz de la Iglesia. De un modo más discreto que hace siglos, lo católico permanece vinculado al mundo del arte. Tal vez porque contribuye a elevar las almas heridas y rotas por medio de una contemplación trascendente.

lista de episodios

Portada del episodio t4e151 del pódcast de la revista VN.

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Sobre este episodio

 El episodio 151 del pódcast de la revista Vida Nueva dura , se titula Belleza trascendente entre rejas y trata sobre la Santa Sede en la Bienal de Venecia y cómo su presencia en la muestra de arte puede contribuir a proponer otra forma de relacionarse con el arte.

¿Dificultades para escucharlo?

 No te quedes sin acceder a su contenido. Aquí tienes la transcripción del episodio 151.

 Los episodios del podcast son largos, así que también lo son sus transcripciones. Este texto te llevará varios minutos de lectura; tal vez quieras dejarte cerca un vaso de agua por si lo necesitas antes de llegar al final.

 Jorge Mario Bergoglio ha acudido en calidad de pontífice a la muestra de arte llamada La Bienal de Venecia. La primera vez en toda la historia de la Iglesia. ¿Quiere decir eso que ningún otro Papa había decidido acudir? Sí y no. Lo más exacto sería decir que ninguno de los sucesores de Pedro lo decidió durante el tiempo que lleva existiendo este evento, ya que la Iglesia tiene más de dos mil años a su espalda y La Bienal comenzó su andadura en 1895.

 A día de hoy, las exposiciones y las diferentes propuestas no tienen solo que ver con la vanguardia de la pintura y la escultura; arquitectura, cine, danza, música y teatro también forman parte del repertorio, aunque todo ello se ha ido incorporando poco a poco con el paso del tiempo; en 1903 las artes decorativas; en 1930 la música contemporánea; en 1932 el cine; teatro en 1934; arquitectura en 1980 y, por último, la danza llegó hace casi un suspiro, en 19991.

Imagen de una obra perteneciente a la Bienal de 2018.

 Con un abanico tan amplio de manifestaciones culturales, ¿podemos afirmar que ningún otro papa, aparte de Francisco, hubiera acudido a La Bienal? Pensando en un tiempo anterior, cuando la Iglesia financiaba a infinidad de artistas, es asumible pensar que más de un pontífice se habría sentido atraído para exponer el resultado de sus mecenazgos e, incluso, de organizar una muestra similar. ¿Qué pasó por el camino? Bueno, parte de esa respuesta la fuimos dando en el episodio 107 titulado la Iglesia del Arte. Hoy vamos a ir un poco más allá. Sabemos que, durante mucho tiempo, la Iglesia dejó de promocionar el arte en su vertiente más exploratoria (o más innovadora) y se contentó con reproducir una y otra vez los mismos estilos pictóricos, musicales, etcétera, dando la espalda a un mundo que fue desarrollando nuevas formas de comunicarse, también en lo artístico. Esa herencia está tan arraigada que, incluso en nuestros días, la podemos sentir en muchos ambientes eclesiales alrededor del mundo. En el pasado, los mecenas católicos impulsaron el arte, haciendo avanzar los estilos uno tras otro. Luego llegó el barroco y allí se pulsó el botón de pausa.

 Quizás por eso que un pontífice acuda a la Bienal de Venecia puede ser considerado como una noticia relevante, porque implica recorrer caminos de reconciliación (allí donde pueden ser recorridos) con una manifestación cultural que hace tiempo no se lleva muy bien. Pero hay que tener en cuenta que el arte por el arte, el que no produce ni fomenta transformaciones personales o sociales, sino que es un objeto de consumo vacío, no tiene más valor para la Iglesia que el dinero por el dinero. Se convierten en dimensiones humanas vaciadas de su sentido originario.

Pinceles; herramientas de artista.

 Tengamos en cuenta que, aunque Francisco es el primer papa en acudir a la Bienal de Venecia, la Iglesia lleva presente en ella desde hace más de diez años. No me refiero como objeto de exposición; muchas obras de arte han hablado de la Iglesia de un modo u otro, como por ejemplo la escultura de cera a tamaño real del papa Juan Pablo II recibiendo el impacto de un meteorito; una creación de Mauricio Cattelan para la edición de 1999.

 Más allá de esos episodios en los que diferentes artistas han utilizado lo eclesial para expresar su enfado, rechazo u odio, cabe destacar que la Iglesia (o, más concretamente, la Ciudad del Vaticano), inauguró su propio pabellón en 2013 impulsado por el trabajo del cardenal Gianfranco Ravasi durante su época como presidente del antiguo Pontificio Consejo de la Cultura. El propio Ravasi, en aquel momento, escribió lo siguiente para la revista de Economía de la Cultura2, en un número dedicado precisamente a ese tema, el de la presencia de la Santa Sede en la Bienal de Venecia:

Aunque las reacciones serán fuertes y de signos opuestos, la llegada de la Santa Sede con su propio pabellón en la Bienal de Arte quisiera realizarse de forma moderada y casi experimental, a pesar de que la preparación ha sido larga y laboriosa. Esto ha sido así no tanto por cuestiones prácticas de selección y organización, sino más bien por un doble trasfondo que se extiende a lo largo de buena parte del último siglo [...] El divorcio que se produjo entre el arte y la fe (en particular con la liturgia) [...] Esta alianza espontánea y fructífera había durado mucho tiempo, hasta el punto de que, tal como afirmó Chagall, los pintores han mojado durante siglos su pincel en ese alfabeto coloreado que era la Biblia.

 Desde entonces, es posible que te haya pasado por completo desapercibida la propuesta artística de la Santa Sede. Por ejemplo, tal vez no conozcas el montaje de capillas instalado en la isla de San Giorgio, cada una de ellas con formas por completo diferentes. El único requisito era que permitieran la lectura de las Escrituras y que tuvieran un altar. En su momento, aquello fue descrito por algunos críticos como propaganda religiosa, un poco en la línea de lo que decía el cardenal Ravasi en 2013 sobre esas reacciones fuertes y de signos opuestos. Poco importa que, como leemos en Vida Nueva, a las artistas no se les coaccione ni se limite su expresión artística. Cualquier propuesta del Vaticano será acogida desde la concepción de intrusismo, pensando que trata de hacer proselitismo en un espacio que no le pertenece; o bien desde la cerrazón inmovilista, criticando que la Iglesia se mezcle con los asuntos del mundo en lugares tan paganizados; incluso desde la indiferencia al ver a un señor mayor en silla de ruedas yendo de un lado a otro.

Capilla de Norman Foster en San Giorgio. Fotografía de Laurian Ghinitoiu.

 Sin embargo, a nada que miremos unos instantes y captemos los detalles, que es como se descubre el arte detrás de la obra, nos damos cuenta de que la presencia de Francisco en Venecia tiene más que contarnos.

 Primero, el lugar donde se encuentra el pabellón. Una cárcel de mujeres, repleta de personas invisibilizadas por partida doble, por presas y por mujeres. Allí, además, cada cual suma diferentes capas de invisibilización extra según su color de la piel, su lugar de origen o el tamaño de su monedero.

 Es precisamente allí donde aterriza el helicóptero vaticano. Si hacemos un pequeño ejercicio mental, quizás podamos llegar a imaginar las conversaciones que habrán tenido lugar en algunos despachos episcopales de esos lugares del mundo que tantas ganas tienen de recibir la visita del papa para organizar macroeventos de sacar pecho y lucir músculo. No sería raro haber escuchado la frase de: “Claro, a Venecia sí, pero aquí no viene”, seguido de una pataleta contra el suelo.

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Un amigo mío, hace años, cometió un pequeño delito y fue a prisión. Así que fui a verle. “¿Qué estás haciendo tú aquí?”, me dijo. “Este no es un buen sitio”. Le contesté: “Esta también es la casa del Padre”. Sí, por eso estoy aquí, para poner mi corazón junto al vuestro.

 Lo anterior es un fragmento de la película sobre Juan XXIII dirigida por Ricky Tognazzi3, del 2003. Casi al principio de la cinta, Roncalli acude a visitar una cárcel (la prisión de Regina Coeli) y hablaba así a los internos, diciéndoles que había ido a verlos y a depositar su corazón cerca del de los reclusos.

El papa Francisco hablando a las internas de la prisión de Giudecca.

Saludo a todos con afecto; y, especialmente a vosotras, hermanas, internas de la Casa de Detención Giudecca. He querido encontrarme con ustedes al inicio de mi visita a Venecia para decirles que ocupan un lugar especial en mi corazón.

 Este otro era el papa Francisco en las primeras palabras que dirigió a las internas de la cárcel de mujeres de Giudecca. Antes de eso, había pasado saludándolas una a una. Desde 2015, ha visitado dos veces la cárcel romana de Rebibbia. Para el 18 de mayo próximo tiene programada una visita a Verona que incluye un encuentro con los internos, personal y voluntarios de la cárcel de Montorio. Parece que no son palabras vacías ni que traten de imitar una ficción cinematográfica. Las personas privadas de libertad ocupan un espacio importante en el corazón del pontífice. Y eso también forma parte de la presencia de la Santa Sede en la bienal de Venecia. No solo por el lugar concreto donde se ubica el pabellón, sino por su misma esencia, por gestos de significación y resignificación como ese saludar primero a quien habita el lugar por mandato judicial. Y algo de esa profundidad de pensamiento y acción, de lectura de la realidad con mirada creadora y corazón de encuentro, fue lo que propuso al grupo de artistas que se reunió más tarde con él.

Desde aquí quiero enviar a todos este mensaje: el mundo necesita artistas. Lo demuestra la multitud de personas de todas las edades que frecuentan los lugares y eventos artísticos [...] A todos los efectos, el arte tiene la condición de "ciudad refugio", una entidad que desobedece el régimen de violencia y discriminación para crear formas de pertenencia humana capaces de reconocer, incluir, proteger, abrazar a todos. A todos, empezando por los últimos.

 ¿Recuerdas la obra de Juan Pablo II recibiendo el impacto de un meteorito que mencionaba más arriba? El autor era Maurizio Cattelan. Pues ese mismo artista es el responsable de la fachada que recibe a quien quiera visitar el pabellón de la Santa Sede. Dos pies gigantescos vistos desde la planta, manchados, tal vez sugiriendo una larga caminata. Esas dos obras separadas en el tiempo (Juan Pablo II cayendo y los enormes pies), salieron de la misma mente y son, en sí mismas, una metáfora de las posibilidades que ofrece el arte. Las mismas manos que pegaron con cinta adhesiva un plátano a una pared o que crearon un inodoro dorado han dado al mundo una propuesta que, probablemente, encaja mejor con esa definición que ofrecía Francisco, la de ciudad refugio. Cualquiera que conozca las fatigas de la vida, el desgaste del camino, puede encontrar un punto de apoyo para perderse en sus propias contemplaciones.

 Cattelan no es el único artista presente en el pabellón de la Santa Sede en la Bienal de Venecia. El resto del elenco lo componen Bintou Dembélé, Simone Fattal, Claire Fontaine, Sonia Gomes, Corita Kent, Claire Tabouret, Hans Ulrich Obrist y dos nombres que, quizás, te puedan sonar un poco más, Marco Perego y Zoe Saldana. En esta ocasión, su participación es en la cinta de su marido, Marco Perego, que tendrá un alcance menos mundial que otras de sus películas, puesto que sólo podrá ser vista allí mismo, dentro de los muros de aquella prisión femenina. En la producción, Saldana interpreta a una mujer en su último día dentro de la cárcel y sus compañeras de pantalla son las propias reclusas reales.

 Este tipo de propuestas artísticas no solo visibilizan situaciones habitualmente marginadas del foco principal, sino que sus protagonistas realmente se sienten partícipes de ese anuncio y denuncia que posee la obra de arte.

 Por centrar un poco esta idea, podemos echar un vistazo a la artista italiana Rosella Biscotti. La descripción que ella hace sobre sí misma es que está interesada en narrar y manifestar la constitución de un sujeto a través de sus alianzas y resistencias en contra de estructuras violentas institucionalizadas. Para la gente de a pie, eso puede tener un significado críptico. Sea como fuere, lo que nos interesa de Biscotti es una exposición que preparó para la Bienal de 2013 y que realizó en colaboración con las internas de la cárcel de Giudecca.

 Durante medio año, Biscotti estuvo realizando un taller con las mujeres donde grababa y compartía sus sueños. Después, en el montaje de la pieza de exposición, aquellas piezas se reproducían de manera ininterrumpida en una sala que contenía bloques de compost que ella misma había fabricado con restos orgánicos de la prisión. El nombre de la exposición fue He soñado que adoptabas la forma de un gato, jajaja (I dreamt that you changed into a cat ... gatto... ha ha ha).

 Si ponemos ambas propuestas una junto a la otra, las dos incorporan relatos reales de personas privadas de libertad, pero la obra de Rosella Biscotti me recuerda a este fragmento de la película Amanece que no es poco4, de José Luis Cuerda:

—Por cierto, tú, cuando ayunas así por los pobres, como hoy, ¿ellos cómo lo notan?
—Por el Cuerpo Místico de Cristo.
—...ya.

Fotograma de la película "Amanece, que no es poco".

 Las mujeres de la cárcel de Giudecca, ¿cómo notan esa narración de alianzas y resistencias en contra de estructuras violentas institucionalizadas que define la obra de Biscotti?

 Tania Roy, de la Universidad Nacional de Singapore, decía lo siguiente acerca de aquella exposición5:

Mientras las mujeres reclusas tenían permiso para visitar la exposición, podemos presumir que fue la compactación, degradación y cambio de tactilidad de la estructura de compost lo que medió efectivamente la relación entre el espacio de encarcelamiento y el de celebración del evento. La estructura de compost habría confirmado el confinamiento institucional de las mujeres ausentes.

 A mi parecer, es más sencilla de visualizar la relación entre las mujeres de Giudecca y el arte que les rodea en esta edición 2024 de la Bienal de Venecia que en aquel montaje de Biscotti del 2013. No solo por la película de Perego y Saldana que decíamos, sino también por otras instalaciones. Por ejemplo, el dúo artístico llamado Claire Fontaine ha expuesto una obra que consiste en una serie de luminosos de neón con frases en diferentes idiomas; lleva por título Forasteros en cualquier parte. Uno de ellos, azul, dice Estamos con vosotras en la noche (Siamo con voi nella notte). Una de las internas decía lo siguiente:

Cuando leemos esta frase nos da ánimo porque sabemos que hay alguien con nosotras día y noche. Esa luz nos está diciendo que hay alguien que está a nuestro lado.

Neón de Claire Fontaine con la frase "Siamo con voi nella notte".

 Cuando vemos o leemos que el papa Francisco ha estado en Venecia y que allí ha invitado a transformar el mundo a través del arte, ¿qué es lo que entendemos? ¿Algo más en la línea de Rosella Biscotti, con las internas ausentes o en la de Marco Perego y Zoe Saldana, donde las mujeres son protagonistas de sus historias?

 Para poner en perspectiva el mensaje general de Bergoglio durante su paso por Venecia, nos viene bien leer un relato de Janice Ross6, profesora emérita de la Universidad de Stanford. Lo escribió en 2023 y es curioso cómo se entrelazan las historias, porque Ross habla en su texto sobre cambio climático, pero dedica unos instantes al huerto de 6000 metros cuadrados que las mujeres de Giudecca trabajan dentro de los muros de la prisión. La profesora, en conversación con una interna llamada Esther, contaba lo siguiente:

Tras tres años cumplidos de sentencia y hablando un italiano salpicado de palabras inglesas con inflexiones de acento africano, ella explica que cuidar el huerto es complicado, sobre todo con el calor estival. Aun así, la oportunidad de estar al aire libre, cuidando de las plantas y una mañana por semana salir de la cárcel bajo supervisión para vender la cosecha, permite a Esther interpretar el papel de orgullosa propietaria de las tierras, dando a conocer a los clientes los pequeños productos de su cuidado y trabajo físico [...] Esther me dice “nunca he trabajado con plantas o en jardinería antes”, pero añade que, cuando salga, le gustaría continuar trabajando en ello.

 La perspectiva cambia mucho cuando hablamos de la pertenencia, de sentirse protagonista de la historia de tu vida, con independencia de los obstáculos y caídas. Lo mencionaba el papa Francisco en su encuentro con las y los artistas.

Espero de todo corazón que el arte contemporáneo pueda abrirnos los ojos, ayudándonos a valorar adecuadamente la contribución de las mujeres como coprotagonistas de la aventura humana.

 Por supuesto que la creación artística puede mover las emociones de las personas con independencia de su aspiración espiritual o religiosa. Sin embargo, todo radica en la mirada, la del momento de crear y la del de contemplar. La mirada es la clave. El papa Francisco, en el discurso a las internas de Giudecca, les decía:

Entonces, paradójicamente, la estancia en una cárcel puede marcar el comienzo de algo nuevo, a través del redescubrimiento de una belleza insospechada en nosotros mismos y en los demás, como simboliza el acontecimiento artístico que acogen y a cuyo proyecto contribuyen activamente; puede llegar a ser como una obra de reconstrucción, en la que uno puede mirar y evaluar con valentía su propia vida, eliminar lo que no es necesario, lo que estorba, perjudica o es peligroso, trazar un plan y volver a empezar cavando cimientos y volviendo atrás, a la luz de las propias experiencias, para poner ladrillo sobre ladrillo, juntos, con determinación.

 No solo acogen el proyecto artístico, sino que participan en él. En las propias obras de arte, pero también como guías, luciendo vestidos cosidos por ellas mismas. La creación artística no se convierte en un objeto de consumo rápido (aunque haya gente que así la trate) sino que aporta una dimensión trascendente que visibiliza espacios humanos habitualmente al margen. De ese modo, el arte es también anuncio y denuncia, lo mismo que seguía diciendo Bergoglio en ese discurso:

Por eso es fundamental que el sistema penitenciario también ofrezca a los presos y reclusos herramientas y espacios de crecimiento humano, de crecimiento espiritual, cultural y profesional, creando las condiciones para su sana reinserción. Por favor, no a aislar la dignidad, ¡no aislar la dignidad sino dar nuevas posibilidades!.

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citas:

1Ricci, C., & Tavinor, M. (2021) Art, market and agency at the Venice Biennale, 1895–1993. Journal of Modern Italian Studies, 26(4), 369–381.

2Ravasi, G. (2013) La Santa Sede alla Biennale. Economia della Cultura, 1/2013, 7–14.

3Tognazzi, R. (2003). El Santo Padre Juan XXIII.

4Cuerda, J. L. (1989). Amanece, que no es poco.

5Roy, T., Biscotti, R. (2022) From Buru to Giudecca: Embodiment and Escape in the Ecological Art of Rossella Biscotti. Cultural Politics 18 (2), 194–207.

6Ross, J. (2023). Made in Italy: Addressing Climate Catastrophe through Prison Rehabilitation. TDR: The Drama Review, 67(1), 102–109.

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Más episodios

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