Podcast.

Compromiso infinito con los indignos

T4E148.

 El dos de abril, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó la declaración Dignitas infinita, donde recopila una serie de violencias ejercidas contra la dignidad humana. Viene firmado por el cardenal prefecto Víctor Manuel Fernández y ha sido supervisado por Francisco. Después de cinco años de trabajo, este dicasterio explicita la apuesta por la vida desde una perspectiva integral, dado que recoge un abanico lo suficientemente amplio de violencias como para abarcar gran parte de la vida humana. No se trata de todas las posibilidades, pero son suficientes para ofrecer a cada persona bautizada un manual de corresponsabilidad con quienes se comparte el mundo y también un recordatorio de que la fe no se limita al cumplimiento de unos preceptos personales ni a un mero crecimiento espiritual a título individual.

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Portada del episodio t4e148 del pódcast de la revista VN.

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Sobre este episodio

 El episodio 148 del pódcast de la revista Vida Nueva dura , se titula Compromiso infinito con los indignos y trata sobre la declaración Dignitas infinita publicada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe acerca de las violencias ejercidas contra la dignidad humana.

¿Dificultades para escucharlo?

 No te quedes sin acceder a su contenido. Aquí tienes la transcripción del episodio 148.

 Los episodios del podcast son largos, así que también lo son sus transcripciones. Este texto te llevará varios minutos de lectura; tal vez quieras dejarte cerca un vaso de agua por si lo necesitas antes de llegar al final.

 El pasado dos de abril, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó un texto sobre la Dignidad humana. Es habitual que cuando hablamos sobre Doctrina de la Fe utilicemos también expresiones del tipo el antiguo Santo Oficio o la antigua Inquisición. Me parece que hablar así no es positivo en un sentido performativo. Es decir, si seguimos vinculando al actual dicasterio con otros órganos vaticanos que, en su momento, realizaron funciones en la misma área de competencia, entonces no estamos permitiendo que la estructura actual pueda avanzar y proponer lo que es necesario según los signos de los tiempos actuales. El Dicasterio ya no es eso. Por tanto, referirse una y otra vez a él según lo que fue en el pasado probablemente refuerza de manera negativa ciertos prejuicios de lo que este organismo debería decir o no decir sobre cualquier asunto.

 Un ejemplo cotidiano para entender lo anterior sería el siguiente. Conoces a alguien y siempre hablas de esa persona como la mujer de Fulano o el marido de Mengana. Siempre te refieres a ella así. Al hacerlo de manera repetida, le robas cada vez un trocito pequeño de su identidad, puesto que reconoces a esa persona únicamente por el vínculo que le une a otra y no por lo que es en sí misma. Actuar de esa manera menoscaba su dignidad porque ni siquiera recuerdas su nombre; hablas constantemente de ella pero no consideras digno de esfuerzo interesarse por cómo se llama.

 Evidentemente no estamos hablando de memorizar cada vida humana con la que te topas en el camino. Tan solo ponemos de manifiesto que, cuando ignoras el nombre de las personas, es más fácil mirar para otro lado si algo malo les ocurre.

 Eso, que es algo cotidiano y se repite mucho y en muchos lugares del mundo, no es más que una pequeña gota en un océano de situaciones que roban o atentan contra la dignidad de las personas. Por separado no pasan de lo anecdótico e incluso pueden provocar la risa ajena al considerarlas como una exageración. Sin embargo, si, en lugar de lanzar las gotas al océano, las recogemos en un vaso o un cubo, podemos contemplar una masa de agua lo suficientemente importante como para tenerla en consideración. En esencia, ese es el espíritu de fondo en Dignitas infinitas, recopilar en un mismo lugar una serie de situaciones que atentan contra la dignidad humana.

 El texto de Doctrina de la Fe tiene una pequeña introducción del prefecto, el cardenal Fernández, y después un desarrollo del tema en sesenta y seis puntos. Me parece importante resaltar el hecho de que a mucha gente le parece una cantidad exagerada de puntos para lo que, en el fondo, dice el documento.

 El grueso de las violencias ejercidas contra la dignidad humana se concentra entre los puntos 33 y 62. Es decir, 29 párrafos. Luego hay una pequeña conclusión de cuatro puntos y el resto es todo justificación. La mitad del texto. Yo tengo la sensación de que el gran desarrollo previo y la desmedida cantidad de referencias externas que incluye vienen motivados por el aluvión de críticas que sobrevinieron inmediatamente después de la publicación de Fiducia supplicans.

 A estas alturas, el propio cardenal prefecto no tenía ninguna intención de seguir respondiendo preguntas sobre esa declaración anterior. Lo dijo abiertamente en la rueda de prensa para presentar Dignitas infinita. No obstante, parte de su intervención fue, precisamente, para hablar sobre Fiducia supplicans. Ante esto, un periodista presente en la rueda de prensa reaccionó diciéndole que que la intervención parecía ser desde una posición de defensa. El cardenal Fernández expresó que su intención inicial era no hablar en absoluto de Fiducia supplicans. A continuación, añadió lo siguiente:

Digo esto con toda sinceridad. He recibido muchos comentarios de personas de dentro y fuera del Vaticano diciéndome que no se podía hacer como si no estuviera pasando nada. Como si estuviésemos escapando de una realidad. Con todo el desastre que se ha formado, que no se diga al menos una palabra parecería extraño. Así que he acogido todo esto que me han dicho y he hablado en mi intervención sobre esto.

 La sombra de Fiducia supplicans es muy alargada y es posible que siga eclipsando otros textos posteriores, tanto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe como otros que procedan del Vaticano. Desde ese punto de vista, tiene sentido que haya redundancia en la justificación y que se aluda de manera constante a otras fuentes externas, ya del papa ya de otros lugares.

 Precisamente esta cuestión, la de las notas al pie, también llama la atención lo suficiente como para detenernos en ello por un momento. San Juan Pablo II, Francisco, San Pablo VI, Benedicto XVI, la Comisión Teológica Internacional, Tomás de Aquino, documentos del Concilio Vaticano II... En un documento con 66 párrafos hay ciento dieciséis notas al pie.

 Hasta ahora hemos hablado de dos documentos del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Dignitas infinitas y Fiducia supplicans. ¿Sabías que entre ambos hay otros dos textos de los que, seguramente, ni siquiera habrás tenido noticia? Uno sobre los adultos venerables y otro sobre la validez de los sacramentos. Todavía seguimos arrastrando el peso de todo el revuelo formado alrededor de las bendiciones a parejas homosexuales y personas en situación irregular. La mitad de la declaración es justificación y, además, tenemos más de ciento diez notas al pie. Si integramos toda esa información, podemos escuchar de otro modo esto que decía el cardenal Fernández durante la presentación de Dignitas infinita:

Querría aprovechar para decir una cosa. Algunas personas que hace años casi adoraban al Papa, han dicho ahora que al papa solo se le debe escuchar cuando habla ex-cátedra. Cuando es un dogma de fe, una declaración definitiva... Pero, si no es así, podemos hacer lo que pensamos sin escuchar al papa. Esto, hoy, se escucha muchísimo. Si no habla ex-cátedra. Pero, atención, el Papa Francisco no hablará jamás ex-cátedra [...] Espero no equivocarme, pero estoy casi cien por cien seguro de que no lo hará.

 A continuación, el cardenal estuvo leyendo un fragmento del código de derecho canónico donde se explicita que se debe escuchar al Papa cuando habla desde el magisterio auténtico, aunque no hable ex-cátedra. Tanto Fiducia supplicans como Dignitas infitas vienen firmados y aprobados por Francisco como sucesor de Pedro. Por tanto, aunque no son magisterio pontificio sí vienen respaldados por el magisterio auténtico.

 Con todo lo que hemos dicho hasta ahora (la enorme justificación del documento sobre la dignidad y la cantidad tan grande de notas al pie, junto con las palabras de Fernández durante la rueda de prensa), podríamos tomarlo en conjunto y reducirlo a una sola frase que podría dirigirse a toda aquella persona que lea el documento: Mira, esto forma parte del magisterio de la Iglesia, si pretendes ignorarlo, por lo menos que sepas a quién le estás dando la espalda.

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 El texto de Doctrina de la Fe divide la dignidad humana en cuatro categorías principales. La dignidad ontológica, la dignidad moral, la dignidad social y la dignidad existencial. No realiza un gran desarrollo, por lo que los conceptos filosóficos más complejos quedan fuera de toda descripción.

 La dignidad ontológica es aquella que se posee por el mero hecho de existir. No se necesita nada más para poseerla.

 La segunda categoría, la de la dignidad moral, sí que conlleva algo más de proactividad. Los seres humanos tenemos conciencia y podemos actuar con libertad. En este caso, son nuestras decisiones las que otorgan tal dignidad moral, en función de cómo estén orientadas.

 En tercer lugar, con la dignidad social se trata de englobar las condiciones en las que vive una persona, que deben estar en consonancia con la dignidad ontológica y no ir contra ella; la pobreza económica que se deriva del sistema socioeconómico mayoritario, por ejemplo, entraría dentro de la indignidad social; nuestro sistema económico necesita pobres para funcionar y eso es indigno.

 Por último, la dignidad existencial se refiere a las situaciones en las que a una persona puede no faltarle de nada y, sin embargo, le resulte difícil vivir con paz, alegría y esperanza. O también cuando la persona vive con una condición grave de salud, o bien en un contexto familiar violento, de adicciones, etcétera. En definitiva, una serie de circunstancias que hacen que la existencia de esa persona sea indigna.

 Como digo, este pequeño resumen puede ser complicado de entender si nos ceñimos a la brevedad de la explicación en el texto del Dicasterio. De hecho, podría llevar a equívocos si se lee deprisa y sin demasiada atención. Se habla de la presencia de enfermedades graves que llevan a experimentar la propia condición como indigna y alguien podría pensar que es la propia enfermedad la que hace indigna la situación, como si una enfermedad grave fuera la causa de la indignidad. Piensa, por ejemplo, en alguien cuya vida se desarrolla en una cama porque no puede salir de ella. No es tanto aquello que le ancla, ya sea una degeneración muscular o una condición de nacimiento, como la inserción social de la que se ve privada esa persona. El Estado no tiene un servicio público de visitación de enfermos o de personas que no salgan de casa salvo por cuestiones médicas; no hay grupos de atención a la soledad salvo las iniciativas privadas; la mayoría de gente se siente incómoda ante aquellas situaciones que se desvían de lo estéticamente perfecto o que no son susceptibles de atraer me gusta en las redes sociales. Esa exclusión que viene impuesta, que no ha sido decidida, tiene más que ver con aquello de lo que habla el documento de Dignitas infinitas.

 Lo decíamos antes, Dignitas infinitas no recoge todas las violaciones de la dignidad humana posibles, sino que hace una pequeña selección de las que, a día de hoy, resultan más urgentes. La lista es la siguiente: El drama de la pobreza, la guerra, el trabajo de los emigrantes, la trata de personas, los abusos sexuales, las violencias contra las mujeres, el aborto, la maternidad subrogada, la eutanasia y el suicidio asistido, el descarte de las personas discapacitadas, la teoría de género, el cambio de sexo y, por último, la violencia digital.

 El propio texto dice que no pretende ser exhaustivo, por lo que apenas da unas pinceladas sobre todo ello. Al fin y al cabo, cualquiera de esos temas daría para un documento independiente. Comienza cargando contra la pobreza material, específicamente económica. No da pie a segundas interpretaciones desde una perspectiva más piadosa que contemplen también la pobreza espiritual. Se habla de dinero y de trabajo. De hecho, se menciona aquella frase de Fratelli tutti que resume la labor mundial de toda pastoral del mundo del trabajo.

No existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo.

 El punto de partida para enumerar las diferentes violencias contra la dignidad está en una indignidad social. Y cierra los dos párrafos que la explican diciendo que todos somos responsables de esta flagrante desigualdad.

 Algo a tener en cuenta es que el documento trata sobre la dignidad humana y este concepto, en sí mismo, resulta problemático. Dejarlo pasar, sería pretender que todo el mundo tenga conocimientos expertos en filosofía o materias afines, así que vamos a detenernos un momento en ello.

 Definir la dignidad humana es una tarea muy compleja. Habida cuenta del poco espacio que Dignitas infinita dedica a ello, podemos dar por sentado que apenas se dan unas pocas pinceladas sobre ello. Toda categorización que se hace sobre la dignidad está englobada dentro de la óptica católica. Porque, aunque el texto no está dirigido específicamente a quienes han recibido el bautismo, es importante tener esto en cuenta.

 Los investigadores David Mattson y Susan Clark1, de Estados Unidos, decían en 2011 que la dignidad humana tiene el potencial de servir como sustrato común en nuestros esfuerzos para identificar y asegurar intereses comunes desde lo local hasta lo global en un mundo cada vez más interconectado. Fíjate qué importante es esto. Tiene el potencial de servir como sustrato común. Por tanto, cualquier interpretación que se haga de la dignidad humana y quiera tener un alcance global, ha de poderse percibir como común, es decir, por todos o, como mínimo, la mayoría de seres humanos del planeta. Eso es mucha gente. Los mismos investigadores, decían lo siguiente:

Los reclamos que sencillamente hacen surgir las emociones pueden motivar y traer atención a los asuntos, pero tales reclamos no proporcionan suficiente orientación para la gente a la hora de negociar políticas efectivas y con apoyo mayoritario [...] Asumimos que las perspectivas globales para conseguir una comunidad global alrededor de la dignidad humana se verían reforzadas por un concepto de dignidad que permita la amplia participación y la sensibilidad contextual para su aplicación; aunque sea lo suficientemente específica, ha de trascender los contextos y permitir una conversación global productiva.

 Al leer Dignitas infinita caemos en la cuenta de que esa es precisamente la pretensión del texto; esbozar un concepto de dignidad que sea lo suficientemente específico como para permanecer dentro del ámbito católico y, al mismo tiempo, que permita ser trascendido para percibirse como un bien para toda la humanidad en su conjunto, con el potencial de transformar la realidad mundial en un espacio donde todo ser humano pueda gozar de su dignidad en cuatro dimensiones: dignidad ontológica, dignidad moral, dignidad social y dignidad existencial.

 No obstante, cabe decir que el documento admitiría redacciones alternativas y no perdería su sentido actual. Algunas de las violencias presentadas en el texto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe podrían haber sido elaboradas desde una mirada más extensa y no sería artificial incluirlas bajo un mismo epígrafe, de manera que relacionasen realidades humanas aparentemente desconectadas entre sí.

 Por ejemplo, la trata de personas y la maternidad subrogada podrían recopilarse bajo un único apartado más grande, tratándolas cada una por separado y luego en su dimensión unitaria.

 La trata de personas está relacionada sobre todo con el comercio sexual, pero también con el tráfico de órganos. En la misma línea, cuando un ser humano, como es el hijo o la hija en el vientre de alquiler, se convierte en una mercancía, se está produciendo un mercadeo con personas.

 ¿Por qué me parece mejor opción una agrupación bajo la misma categoría? Porque, desde esa óptica, no solo relaciona trata y subrogación de vientres, sino que también hace aflorar otras violencias contra la dignidad que quedan fuera del documento en su forma actual y que, sin embargo, también tienen vínculos con ello.

 La maternidad subrogada da pie al razonamiento acerca de las adopciones como alternativa para sublimar el deseo de acoger un hijo o una hija. Ofrecer un hogar a quien carece de él se podría presentar como una vía perfectamente válida y lícita. Hasta ahí, nada que no se sepa. Lo interesante viene cuando estiramos de ese hilo y nos encontramos con situaciones verdaderamente aterradoras que existen y son prácticamente invisibles o mayormente desconocidas.

 Sin ir más lejos, tenemos el caso de los huérfanos de papel, los paper orphans en inglés. Se estima que en el mundo hay unos ocho millones de niños y niñas viviendo en orfanatos o residencias similares. De esa cantidad, cuatro de cada cinco, es decir el ochenta por ciento, no son huérfanos reales. Se les conoce con ese nombre, paper orphans. Muchas familias son coaccionadas por medio de dinero o por otros métodos para dar a sus hijos en adopción y alimentar un mercado internacional de adopciones. ¿Acaso no es eso tráfico de personas? ¿Y no está relacionado con la maternidad/paternidad? En la revista internacional de los derechos infantiles tienes disponible un artículo de 2016 escrito por Kathryn van Doore2, de una universidad australiana, que habla precisamente sobre estos huérfanos de papel.

 Y, por otro lado, en la misma categoría nos encontraríamos con situaciones que también atentan contra la dignidad de esos menores relacionados con las adopciones. Hay un documental llamado Los niños desechables que ofrece una mirada a la situación que se vive en Estados Unidos. Allí existe una práctica llamada rehoming que consiste en reasignar a niños y niñas de acogida una vez que las familias ya no quieren tenerlos con ellos. Hay agencias que ofertan a estos niños y niñas como en un catálogo de productos. Es más, incluso organizan ferias donde las familias acuden y se exhibe a los menores, que llegan a caminar sobre pasarelas como en un desfile de moda, bajo la mirada de potenciales adoptadores. El documental es devastador.

 Estas dos situaciones que aquí propongo no aparecen en el texto de dignitas infinita, por lo que es importante recalcar lo que decíamos hace un rato, que aquello que dice el Dicasterio para la Doctrina de la Fe no es más que una muestra de las violencias ejercidas contra la dignidad humana, no la totalidad de las mismas. De todos modos, por dramáticas, desagradables, violentas o inhumanas que sean estas violencias, seguirá habiendo gente incapacitada para verlas porque permanecerán a la sombra de otros documentos anteriores.

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citas:

1Mattson, David J., Susan G. C. (2011) Human Dignity in Concept and Practice. Policy Sciences 44, no. 4, 303-19.

2van Doore, K. E. (2016). Paper Orphans: Exploring Child Trafficking for the Purpose of Orphanages. The International Journal of Children's Rights, 24(2), 378-407.

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