El principio del destino universal de los bienes exige que se vele con especial solicitud por los empobrecidos, personas cuyas condiciones de vida les impiden un crecimiento adecuado.
La opción preferencial por los pobres implica que en la lucha por hacer efectiva la igual dignidad de todas las personas se debe comenzar por aquellas personas que viven bajo peores condiciones de vida.
Mientras los cristianos y cristianas esperan el regreso de Jesucristo, las personas empobrecidas quedan confiadas a su cargo y la Iglesia Católica enseña que será en base a esta responsabilidad como se juzgará la conducta al final de los tiempos.
Los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la Iglesia. El amor de la Iglesia por los empobrecidos pertenece a su constante tradición.
La práctica de la caridad no se reduce a la limosna, sino que implica la atención a la dimensión social y política del problema. Es necesario buscar la causa estructural de la pobreza y erradicarla del sistema.
No hay que dar como ayuda de caridad lo que ya se debe a las personas por razón de justicia.